Comenta Pedro ensu página de Facebook, un artículo de Maruja Torres en El País basado a su vez en las ideas vertidas por Ana María Moix en su último libro tituladoManifiesto personal. Esto es la red, amigo: una cosa lleva a la otra y al final nos encontramos todos.

 

Habla Maruja de los cada vez más abundantes niños hiperactivos que salen de debajo de los pupitres como las setas después de la lluvia y atribuye su proliferación a «la sociedad que hemos creado» con la desidia de todos, y encuentra en las páginas del Manifiesto de Moix unas cuantas dedicadas a esos miembros de las nuevas generaciones a los que la autora bautiza como Invertebrados: «chavales a los que se cría pero no se educa, que se convertirán en adolescentes y luego en jóvenes a medio cocer[…] desmotivados y con la mente vaporosa […] que responden con monosílabos o mugidos bovinos a cualquier pregunta que requiera un mínimo esfuerzo neuronal […] a causa de la dejación que la mayoría de los padres han hecho al confiar a sus hijos, desde la más tierna edad, a la hipnosis de la pantalla del televisor […] y que ya han sido deformados por sus menajes, la publicidad, el zapping, la inducción a sentir falsos deseos de inmediata y efímera satisfacción y, por encima de todo, por la ausencia de inteligencia».

 

«Ahí está —continúa— el niño o la niña, con un mando a distancia en la mano, fijando su atención en historias cortas. ¿Quién le sentará a leer un libro? ¿Quién sentará a hacer lo propio a los adultos que le crían y cuyo narcisismo considera una pérdida de tiempo todo lo que no conduzca a una satisfacción inmediata? ¿Dónde está el anuncio que culpabiliza al usuario por no haber leído a tiempo un buen libro? Qué va: lo que tenemos es una machacona campaña en la que todo el mundo pone a parir al infeliz que no se decidió por un auto de determinada marca. Imaginen lo hermoso que sería que, en ese anuncio, el protagonista despertara de su pesadilla y, en lugar de encontrarse al volante del coche de marras, se viera en la biblioteca de su casa, rodeado por sus amados volúmenes. Uf, soy un lector. Menos mal que mi analfabetismo funcional ha sido solo un mal sueño».

 

Y termina diciendo que eso pasa «Aquí: en este país. En la realidad, en la vida».

 

Invertebrados. Sin acabar. Sin cocer. Me encanta. Una nueva denominación para nuestra colección terminológica. Por términos que no quede. Quizá deberíamos pasar de clasificarlos a hacer algo al respecto ¿no?