Ayer tuve ocasión de presenciar una interesante muestra de pseudoacontecimiento mediático… fallido. Recordarán ustedes que Sartori define el pseudoacontecimiento como « el hecho que acontece sólo porque hay una cámara que lo está rodando».
Un ejemplo de libro es la creación mediática de las celebraciones deportivas populares y callejeras en un lugar céntrico y emblemático de la ciudad por un logro del equipo que la representa. ¿Cómo se han generalizado las concentraciones de masas en Cibeles o en la Plaza de Cataluña o -en Zaragoza- en la Plaza de España? Hubo una vez un grupo reducido de seguidores de un equipo de fútbol que espontáneamente y saltándose la legalidad municipal se bañó en la Cibeles para celebrar el triunfo de su equipo. Una cámara tomó unas cuantas imágenes y lo mostró al mundo en el telediario. A la vez siguiente una unidad móvil, instaló previamente toda su parafernalia tecnológica (torres, grúas, reporteros a pie de calle,…) y el grupo espontáneo se transformó en masa convocada por las cámaras. La celebración más o menos numerosa y espontánea, se convirtió en convocatoria mediática artificial. En el primer caso la policía municipal actuó intentando desalojar a los entusiastas de la fuente no la fueran a romper e intentando que no cortaran la circulación urbana. En el segundo, la policía formaba parte ya del espectáculo haciendo un cordón protector para que se bañaran a gusto y cortando el tráfico para que los coches no molestaran el desarrollo de la filmación del acto «popular«. En la siguiente, el Ayuntamiento o la Comunidad, alquilaron un autobús de dos pisos para que los jugadores pudieran pasearse al «calor» de los aplausos de las masas. Ya había un recorrido, focos preparados previamente a lo largo del camino, distintas ubicaciones estratégicas de varias unidades móviles, megafonía animada por un profesional… más policías, más autoridades, más presupuesto y más masa. Ahora la concentración espontánea es obligatoria: un pseudoacontecimiento.
Pues bien, ayer el equipo de baloncesto de Zaragoza, ganó el partido que le devolvía a la 1ª categoría de la ACB. Durante las semanas previas al partido, los anuncios de su retransmisión y los noticiarios locales se encargaron de ir calentando motores dando al encuentro la relevancia entusiasta que debería haber provocado una respuesta popular masiva, tanto para llenar el pabellón donde se celebraba como para su celebración «espontánea» posterior. La inferioridad del rival hacía prever que la victoria era segura. Antena Aragón, la cadena pública autonómica, instaló todo un despliegue mediático en la Pza. de España, el Ayuntamiento y el Gobierno Autonómica, coordinaron la presencia del autobús de marras, la protección policial y la seguridad ciudadana. La victoria se produjo, en efecto, pero la celebración no y era patética la retransmisión en la que se veían más periodistas, y policías rodeando a los jugadores que aficionados celebrándolo. En vano se esforzaba la realización en buscar ángulos de cámara que ocultaran los vacíos; en vano los periodistas llenos de entusiasmo trataban de contagiárselo a los pocos centenares de curiosos y aficionados.
Por supuesto que es legítimo y natural el entusiasmo de los aficionados y la alegría de los jugadores. Pero lo malo es que este tipo de montajes no son inocentes sino, una vez más, el intento de convertir en producto neto de consumo el entusiasmo y la alegría brutas de las personas. Se invierte -y mucho- en «fabricar» la celebración para obtener después beneficios en forma de valor añadido a la ciudad, al equipo, a su publicidad, por el voceo mediático masivo. Se instrumentaliza la espontaneidad para convertirla en producto de consumo. De este modo los ciudadanos, cuando acuden a la convocatoria de las cámaras, pasan a convertirse en parte del espectáculo: una vez más acaban trabajando para los medios. Y los medios, también una vez más, no informan de lo que sucede, sino que fabrican lo sucedido, son los colaboradores esenciales en la invención de la noticia y, por tanto, en la invención de la realidad
No suelen fracasar, pero ayer lo hicieron. Fue como ver desinflarse un globo.
Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella.
Que razón tienes pepeboza. Antes, nosotros viviamos y los medios lo contaban. Ahora lo cuentan primero para que nosotros lo vivamos.Así podemos predecir nuestro futuro: voy a ver la tele para saber como seré mañana…
Difícil expresarlo mejor, Amanda.