Hoy, en este comentario veo visiones: camino por entre las calles de cristal de una ciudad de colores de plástico en un ambiente visual tan denso como el universo de lluvia y de neón de Blade Runner.
No es la era del vacío sino de la saturación y el ruido audiovisual. Aquí no duerme nadie, nadie, nadie… repetía el Poeta en Nueva York. No, aquí no duerme nadie. El Homo videns es como uno de esos prisioneros a los que les han cosido los párpados abiertos de modo que no pueda cerrar nunca los ojos. Aquí no duerme nadie, nadie, nadie…Televisión, ordenador, móviles, pantallas… Pantallas que miramos y lentes que nos miran. Cristales transparentes, fotografías, cine… Vallas, prospectos, revistas, videoclips, hipermercados, comercios, escaparates,… todo reclama un sitio y un tiempo en nuestra memoria visual. Nuestros ojos se mueren como pez en un agua poblada de anzuelos publicitarios dispuestos a enganchar los párpados abiertos. Vagamos con la retina perdida entre los estímulos visuales del entretenimiento y el consumo. Esclavizados con algunas miradas a un horario que no nos pertenece. Son miradas que me impiden pensar, miradas distraídas. Planos y contraplanos, ángulos imposibles, contrapicados, travellings, y bandas sonoras.
Curiosos saturados de imágenes. Mirones vacíos de imaginación. En una permanente indigestión óptica. En una densa contaminación de espejismos. En medio de un ensordecedor bullicio audiovisual. Ciegos deslumbrados por el brillo del plasma. Llenos de vida exterior. Vacíos de vida interior. Vivimos sin vivir viendo como otros viven: somos espectadores.
Y necesito dormir para despertar. Cerrar los ojos en un fundido en negro para poder empezar a ver la luz. Es preciso recuperar nuestra mirada. Hacerla nuestra para poder mirarnos los unos a los otros. Para poder mirar dentro de nosotros mismos. Para poder mirar hacia delante. Mirar y ver lo invisible. Ver, con El Principito, lo esencial invisible a los ojos. Ver para contemplar y descubrir así la belleza del drama de la vida, para poder empaparse de realidad, disfrutarla y ser libres en ella. Porque allá donde esté nuestra mirada, estará nuestro corazón.
Usen las pantallas, no las consuman o serán consumidos por ellas.
Baltasar Gracián decía que más obran quintaesencias que fárragos, en una afirmación, como bien indicas, plena de sentido. Hemos vuelto al Barroco, en efecto, hemos regresado al lugar donde la forma esconde el contenido y el cómo parasita al qué; En Trento (tú bien lo sabes)apostaron por la mirada emocionada ante el dolor para suscitar la fe y ello desembocó en el amontonamiento de la forma. Allí hemos regresado, donde nos es imposible informarnos racionalmente porque no nos permiten que reflexionemos, porque prima el colorín y, sobre todo, la audiencia. Cuanto más mejor. Gracián se alejó de la forma (aunque a la postre, el truco es el mismo, Quevedo y Góngora son primos hermanos)y mostró el camino. Prensar pensamiento hirviente, en boca de Dámaso; pero es imprescindible seleccionar, entrar en uno mismo, pensar…
Un placer.
Pedro.