En estos tiempos descritos en los dos post anteriores, bueno es que surjan voces que buscan ver dónde está la realidad. Y una de esas voces es la de Catherine L’Ecuyer que, tras Educar en el Asombro, ha publicado su segundo libro con este expresivo título: Educar en la Realidad. En él se centra, aún más que en el primero, en combatir los mitos que alrededor de la neurociencia y las nuevas tecnologías inundan los medios de comunicación, los despachos de los equipos directivos de las escuelas, los claustros de profesores y, por supuesto, las salas de ver –antes salas de estar– de las familias.
En el primer capítulo, reúne algunos datos sobre cuál es la realidad de la tribu, es decir, del consumo digital en el que se mueven nuestros alumnos, nuestras familias y la mayoría de nosotros. Primer dato, la tele; una realidad repetida mil veces desde este blog: «a pesar de la introducción de las NT, las encuestas revelan que el consumo de televisión, sigue en alza: […] pasamos cuatro meses al año de todo nuestro tiempo despiertos viendo la televisión». La influencia educativa de la televisión es enorme. Los escolares españoles de primaria y secundaria siguen pasando más horas ante el televisor que en clase. Y no sólo ellos. Un estudio de A. Sigman publicado en 2009 señala que desde 1997 los seres humanos pasamos más tiempo delante de las pantallas que interactuando con otros seres humanos. Más datos: en España, entre los 12 y los 17 años, 6’41 horas diarias de pantallas (tv, móvil, internet). 8,3 horas diarias en el Reino Unido entre los 5 y los 16 años. 10’75 horas diarias en EEUU entre los 8 y los 18 años: 7 horas 38 minutos en tiempo real porque consumen varias pantallas a la vez. El 89% de los niños de 10 años navega por Internet y el 24% tiene móvil. A los doce años, las cifras suben a un 92% y 64%. Es lo que hay. Si queremos educar en la realidad, tenemos que saber en qué realidad nos movemos.
La edad media de introducción del smartphone está entre los 12 y los 13 años. ¿Por qué? No hay nadie que quiera que sus hijos consuman tecnología para que les haga daño, dice L’Ecuyer. Los padres queremos que puedan tener las mismas oportunidades de relaciones interpersonales que sus amigos, que no pierdan el famoso tren tecnológico que se nos vende, que sean innovadores, que aprendan a usarlas de forma responsable, que no sean el bicho raro de la clase o que puedan estar localizables en caso de un imprevisto. Y así empiezan con las llamadas, la navegación, la conexión wifi en la calle y nosotros nos empezamos a preocupar, dudamos en invadir su intimidad para revisar de vez en cuando el historial, intuimos los riesgos, el niño se engancha cada vez más, no era esto lo que buscábamos…, nos sentimos en una batalla perdida en la que solo nos queda la opción de confiar. Hemos caído en la estrategia comercial del operador de turno que no quiere otra cosa que aumentar su número de clientes, de aplicaciones, de consumo de contenidos de pago, del tiempo de llamadas y de conexión de datos, para lo que comercializa dispositivos que fascinen y enganchen al usuario. Los medios no entregan contenidos a sus clientes, sino clientes a los patrocinadores. Internet es principalmente una herramienta comercial.
Hace unos días hablaba con una activista de Vía Láctea, una asociación que se dedica a promover la lactancia manterna. Analizando el cambio de paradigma que se está produciendo al respecto (ahora la moda es otra vez la de dar el pecho cuanto más mejor) me comentaba el papel que jugaron en su día las grandes multinacionales como Nestlé en promover el modelo anterior del biberón y la leche artificial: grandes sumas de dinero en organizar congresos, pagar ponencias, introducir artículos en la prensa, en programas de tv, en tertulias, para ir modificando la forma de pensar de la opinión pública. No se trata de ver en todo una mano negra, sino de saber cómo funciona la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Hay una necesidad real a satisfacer -en este caso el acceso de la mujer al mundo laboral y su incompatibilidad con la crianza-, pero una sociedad no cambia así como así su manera de pensar si no tiene la ayuda de la financiación de aquellos que dirigiendo el cambio van a ganar dinero con él. Del mismo modo, dice L’Ecuyer, es la industria digital la que patrocina gran parte de las investigaciones sobre las NT, la mayoría de los congresos de educación, paga a los ponentes e invierte en publicidad en medios que luego se encargan de vender las bondades de la tecnología creando un estado de opinión favorable. Y no podemos dejar que sea el mercado el que condiciones nuestros criterios educativos.
Referencias
Que interesante José. Gracias por facilitarnos el trabajo de reflexionar!!!
Contribuiremos a darlo a conocer!!
Gracias a ti por husmear de vez en cuando por aquí seguramente porque quieres reflexionar…