Gilles Lipovetsky, La sociedad de la decepción, entrevista con Bertrand Richard, Anagrama, argumentos 381, Barcelona, 2008, (II)

Impaciencia, irritación, descontento, compra compulsiva, fracaso, consumo como sucedáneo del éxito, consumismo como consuelo, ver televisión para distraernos de nuestra decepción, divertirse en vez de disfrutar, soledad, individualismo, aislamiento, el animal doméstico como compañía alternativa…

Es, efectivamente, una oportunidad magnífica para la libertad individual, pero ¿cómo no darse cuenta de que únicamente es eso posible precisamente a través de la ruptura de ese individualismo materialista y posesivo que está pudriendo la sociedad hipermoderna hiperconsumista ?

Si sólo te buscas a ti mismo, acabarás encontrándote… solo.

«El neoconsumidor lo quiere todo, todo inmediatamente, y la menor avería o demora le pone furiosos. La hipervelocidad es ya otro motivo de irritación y descontento.» (Pág. 46)

«¿Qué es lo que hace correr sin cesar al hiperconsumidor? ¿El poder de la oferta, del marketing y la publicidad? […] No se puede comprender el frenesí comprador actual sin relacionarlo con los valores hedonistas de nuestra cultura y también con el aumento del malestar, con la soledad de los individuos, con los múltiples fracasos que se experimentan en la vida personal. El hiperconsumo crece como un sucedáneo de la vida a la que se aspira, […] a la manera de un paliativo de los deseos defraudados de cada cual. Cuanto más se multiplican los desengaños y las frustraciones […] más se dispara el consumismo como consuelo.» (Pág. 52)

«La televisión capta la atención de los franceses casi tres horas y media diarias y ha generado la práctica del zapeo, que expresa ya un vago aburrimiento, una especie de minidecepción del espectador. La tele es un objeto que nos decepciona habitualmente, pero que no dejamos de mirar: estamos en contacto con ella incluso cuando no esperamos maravillas.»(Pág. 55)

«La desaparición de las ideologías […] y la tremenda expansión del «cuarto poder» han transformado en profundidad la retórica de lo político. La televisión en concreto ha impulsado la formación de un discurso simplificado al máximo, de un lenguaje aséptico, tecnocrático, pulido, «políticamente correcto», que ya no hace soñar, que ya no «electriza» ni entusiasma a nadie. Al desacralizarse, el Estado-espectáculo ha trivializado, cloroformizado la escena política.» (Pág. 71)

«Más de la tercera parte de los europeos conocen la soledad de vez en cuando o a menudo. En su base están la individuación de los estilos de vida, la liberación de los vínculos colectivos, la desinstitucionalización de la familia y la religión. Actualmente viven solos seis millones de franceses; en París, uno de cada dos domicilios está ocupado por una persona sola. Los ancianos están cada vez más aislados y durante más tiempo. […] La multiplicación de los sitios de contacto en Internet ejemplifica la importancia social de la soledad […] elevados índices de suicidios (últimamente, 160.000 anuales en Francia), sobre todo entre los jóvenes. […] La pasión por los animales domésticos. En Francia hay más de 56 millones y más de un hogar de cada dos posee al menos un animal de compañía.»(Pág. 100)« […] El apego a un perro o un gato es también una forma de protegerse de las decepciones que surgen de la relación con los demás. A diferencia de los humanos, los animales no decepcionan nunca. No se espera de ellos lo que no pueden dar, se les quiere porque siempre son así, porque nunca cambian y nunca nos engañarán. El animal de compañía es un seguro contra las esperanzas defraudadas y al mismo tiempo una compensación por los desengaños que vive el individuo en la actualidad. » (Pág. 103)

«El periodo hipermoderno es inseparable de un aumento impresionante de las depresiones y el malestar general. El porcentaje de casos depresivos en Francia se ha multiplicado por siete entre 1970 y 1996. […] Pero al mismo tiempo, alrededor de nueve de cada diez europeos dicen que son felices o muy felices.» (Pág. 105) «[…] A los individuos les cuesta reconocer su decepción y su insatisfacción. Confesarlas es cada vez más difícil en una cultura en que infelicidad significa fracaso personal.» (Pág. 106)