
Me encantó este apelativo utilizado por el fotógrafo Jonas Bendiksen.
«Adoro trabajar en historias abandonadas en beneficio de los titulares ―los huérfanos periodísticos―. A menudo, las mejores imágenes, las más convincentes, son relegadas a la sombra junto con las historias, y pasan prácticamente desapercibidas.»
El medioambiente simbólico está lleno de estos huérfanos que constituyen el grueso de la realidad cotidiana. Y a mí me gustaría adoptarlos a todos.
Y tú crees que de verdad a los contemplantes no nos interesan más los huérfanos periodísticos que las miles de noticias sin la menor relevancia?
El interés es algo complejo, Amanda. Está el que te da el banco por tu dinero, está el del egoísta que actúa siempre en el propio, está el que despierta la curiosidad o el morbo…
El problema no es tanto lo que nos interesa a nosotros, sino lo que les interesa a nuestros intermediarios. Creo que, hoy por hoy, el interés de las empresas periodísticas está centrado excesivamente en el beneficio y eso es lo que nos deja huérfanos a todos: a unos de salir en los medios y a otros de conocer la realidad real en vez de la mediática.
Capital asunto y tan viejo como la existencia de los Mass Media.
En una sociedad desarrollada, los medios vienen a ser como el espacio sinapsial de nuestro cerebro: el elemento que ha de vehicular el tránsito de la realidad desde el emisor al receptor y viceversa. Pero esta sinapsis está pervertida por el poder económico y, en consecuencia, por el poder político, también su viceversa.
Si los medios hoy, en vez de informar instruyen, predican y secuestran la realidad social, para, pasito a pasito, inhocular «su realidad construída», el resultado es que el conocimiento de la realidad social queda desactivado. Y al cabo de un cierto tiempo, ya no se produce «respuesta social» ¿para qué? (en estas condiciones de funcionamiento).
Efectivamente el desánimo o la melancolía son un efecto común ante el impacto mediático. Pero no hay que cejar en el empeño de abrir puertas. En eso estamos.