Leo en el boletín Aceprensa una reseña interesante de un libro de Leonard Sax, (Boys Adrift: The Five Factors Driving the Growing Epidemic of Unmotivated Boys and Underchieving Young Men, Basic, Books, Nueva York, 2007) en el que se ponen de relieve algunos factores de dificultades nuevas que las chicas deben afrontar en el Medioambiente Simbólico que les ha tocado vivir.
Uno se refiere a la burbuja sexual en la que respiran y desde la que reciben el mensaje cada vez más precoz de que es esencial mostrar su cuerpo, ser sexy, para autorrealizarse. Ese eros electrónico que banaliza la saludable esfera de la sexualidad femenina lleva a que un número considerable de chicas se sientan confusas respecto de su identidad sexual. (Más del doble que los chicos 14.4% frente a 5,6%)
Otro factor se refiere a la burbuja digital «ese mundo paralelo ―dice Sax― hecho de SMS, correos electrónicos y redes sociales» un universo en el que el enganche de las chicas es mucho mayor que el de los chicos. Además de los SMS compulsivos y el tiempo que les quita para otras cosas, hay que añadir «la tensión que les genera la creación de su propia imagen en las redes sociales. “Las chicas saben que si quieren que su perfil sea visitado, necesitan estar colgando fotos continuamente. Las fotos divertidas triunfan, pero todavía triunfan más las fotos sexys» […]
«Mientras estas chicas permanecen hiperconectadas con sus amigas, cada vez están más desconectadas de sí mismas».
Sax, hablando de las obsesiones, cuenta el caso de Madison, una chica preciosa que a los 9 años ya sabía que lo era y que soñaba con convertirse en una flamante top model de Estados Unidos. Pero, entre los 13 y los 14 años llegaron el acné y los problemas de sobrepeso. «Ya no era aquella niña mona y esbelta de piel perfecta. Pero entonces, ¿quién era?. No lo sabía. Terminó con una depresión clínica.[…] Madison se valoraba a sí misma en función de su apariencia. Estaba dispuesta a tragar con lo que fuera con tal de adelgazar y limpiar su piel. Pero si no lo conseguía, dejaba de ser quién era».
De todas formas, Sax pone el dedo en la llaga al advertir dos cosas. Una, que no todas las chichas se ven expuestas de igual modo a los efectos del Medioambiente y dos, que los padres que ejercen de tales son esenciales para ayudarles a manejarse en esa marea digital y sexualizada en la que les ha tocado vivir en busca de una identidad que nunca está en la epidérmica y líquida extimidad de fuera sino en la profunda y sólida interioridad de dentro.
Utilicen las redes sociales, no las consuman o serán consumidos por ellas.
Soy un padre que ejerce de tal. Bien o mal, mejor o peor, eso ya es harina de otro costal. Hace pocos días tuve que emplearme a fondo para rescatar la paz perdida del alma de una de mis hijas dado que le había salido una pequeña erupción cutánea que ha resultado ser una mínima, levísima soriasis de buen pronóstico. Durante unos días observé que a la niña le afectaba en exceso tener que tener esa cosa en la piel de una de sus extremidades superiores. Hablamos. Comprendí que no era yo quien podía rescatarla sino ella. Dejé sembradas algunas semillas. Le dije que esto de no poder ser «imperfecto» era una novedad mundial (cuando menos occidental) que venía del lado del medioambiente que respiramos en el que todo son obligaciones: no se puede ser como se es, no se puede, incluso, tener edad (o es muy necesario que no se note que la tienes), los dientes deben estar en perfecto orden de revista, todos blancos y sobre todos ¡todos! Las células vigorizadas, las arrugas estiradas, la actividad sexual inextinguida (nada de aceptar su natural organicidad a lo largo de su existencia), de tal modo de todo ello, que no se puede ser como te va haciendo el tiempo. Ah! se me olvidaba la elasticidad muscular que debes tener en perfecto estado hasta la hora mismísima de tu muerte. En suma: le hablé del deber de la «perfección» física que nos impone el medioambiente simbólico. Creo que entendió. Ahora solo me queda esperar que le vaya bien en la vida y acepte su pequeñísima soriasis. Más no puedo hacer.
Gracias, Pepe, por tu reseña. Procuraré hacerla llegar a mis hijas y les sugeriré que la envíen a sus amistades.
… y sobre todo ¡todos! …
… del deber de «perfección» física …