Normalmente quien habla con ella ya no somos nosotros. Es el móvil, es la publicidad, es la película de turno, es Internet… Hace tiempo que esta tribu –la que educa según Marina- se ha distraído ligeramente mirando hacia otro lado —un lado generalmente de plasma— y ha dejado que sean otros quienes se encarguen.
El vídeo que me manda Pedro —gracias, amigo— es extraordinario y quiero que lo disfrutéis aquí en el blog. Merece la pena. Pero, aparte del argumento, el ver a esa madre y a esa hija hablando en la cocina me ha recordado la imperiosa necesidad de recuperar espacios verdaderamente educativos, presenciales, en los que el tiempo transcurre cara a cara, en los que uno habla y otro escucha y ambos se miran, gesticulan, construyen con su presencia un ámbito riquísimo e insustituible de comunicación.
Me muero de risa
Una delicatessen.
Cuánta razón aquello de hablar y dedicar, ya que no cantidad, al menos tiempo de calidad… Lo de la educación de la tribu es cierto, y cuánto daño en los jóvenes cuando la tribu no funciona.
Un abrazo.