De nuevo Gran Hermano. Doce años ya. El  experimento sociológico envejece y nosotros con él. Ya no despierta la misma expectación ―la tarta del share ha reducido sus raciones―, pero sigue teniendo predicamento al menos entre los 228.000 seguidores que dicen que tiene su página de Facebook.

A ese grupo de seguidores pertenecen probablemente, los 62.000 aspirantes a destriparse públicamente en la casa de Guadalix de la Sierra para alcanzar su minuto de gloria o su salto al talonario de la fama. Este año ha habido 12.000 aspirantes más. ¿Será la crisis? Antes de llegar a formar parte de los cuarenta finalistas ―entre titulares y suplentes― tendrán que pasar exhaustivos exámenes psicológicos y reconocimientos médicos a ver cuál es la tara más adecuada para componer un equipo de perfiles humanos los suficientemente explosivos para dar juego a la intimidad  observada tras los cristales de su jaula.

Madrid, Andalucía, Baleares y Canarias son las Comunidades con más amplia representación. No sé si se puede sacar alguna conclusión sociológica. Ignoro también si algún presidente de comunidad esgrimirá esa gloria como estandarte de la política cultural de su gobierno. Todo puede ser.

Entretanto, la Milá apuesta este año por dar una oportunidad a jóvenes diseñadores que podrán tener la suerte de que la presentadora pasee sus creaciones por la pasarela multitudinaria del plató de Zeppelin TV.

Doce años ya. Pensarlo me sumerge en una suave y ligeramente amarga melancolía. Sin embargo, a todos, seguidores, aspirantes, concursantes, diseñadores, presentadora y sobre todo, a la productora y a la cadena emisora, mi enhorabuena por este duodécimo cumpleaños de un reallity, que yo, por supuesto, tampoco veré esta vez. Que les aproveche.

Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella.