De un pobre campamento de inciertas y solitarias esperanzas se pasó, con la llegada de las cámaras, a la carpa del circomediático: “el comienzo de un espectáculo de espejismo―dice Hernán Rivera en EL País­―. Como en un desfile de feria comenzó a llegar una muchedumbre: payasos de semáforos, predicadores evangélicos, actrices de telenovelas, millonarios excéntricos, modelos, humoristas, políticos, presentadores de televisión y periodistas.  De nuevo con las cámaras la realidad se transformó en un plató global: 2.000 periodistas , mil millones de espectadores de audiencia, 32.000 euros por una entrevista en exclusiva pactada desde la mina, 300 dólares por la foto de una recién nacida. Oro por unas lágrimas de intimidad ante los focos de las cámaras. 30 mineros.
La gente quiere saber… y, por lo visto, ser periodista no es contar lo que realmente interesa y  respetar lo incontable aunque interese, sino satisfacer las ansias de saberlo todo.

Siempre ha acompañado al periodismo el amarillismo de los buitres, pero antes era, como en casi todo, más fácil deslindar. Ahora las fronteras entre el periodismo serio y los fabricantes de morbo han sido destruidas por la necesidad de beneficios.

Carlos Alsina decía ayer en la tribuna inicial de su programa que nadie debe escandalizarse de que después de lo que han sufrido, estos mineros se paseen por los platós convirtiendo su intimidad en mercancía. Alsina ha perdido su capacidad de escándalo deslizándose hacia un pragmatismo absoluto provocado por el capitalismo de los hechos. Pero convertir la vida en mercancía, la información en mercancía, la generosidad en mercancía, degrada la información, la generosidad y la vida. Todos salimos malparados: los protagonistas, los intermediarios y los receptores de la noticia.

Tras salvarse del ahogo del aire viciado de las profundidades, ahora  30 mineros y sus familias tendrán que enfrentarse a la invisible, pero también densa y peligrosa contaminación del medioambiente simbólico, al reallity de sus propias vidas.

Busquen la información, pero no la consuman, o serán consumidos por ella. Y, por favor, no pierdan su capacidad de escándalo.