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El magnífico chiste de Berlich en el post anterior, me ha recordado nuestra colección de nombres de la televisión que intentan definir su poliédrica realidad porque  Javier Echeverría la llama «Fábrica de tiempo» desvelando el auténtico sentido del mercado televisivo en su relación con el consumidor. La televisión no produce programas: su auténtica materia prima es el tiempo de los telespectadores que consigue enganchar con el anzuelo de su programación para consumir sus anuncios. Cuantos más espectadores consiga y cuanto más tiempo estén ante la pantalla, más materia prima tendrá para vender a los anunciantes que insertarán allí su publicidad. Los consumidores de televisión que creemos descansar y evadirnos ante la pantalla estamos, en realidad, trabajando para las cadenas entregando nuestro tiempo. Somos, de ese modo, consumidores, pero a la vez producto. Somos consumidores consumidos. No somos «prosumidores», sino «consumeprodus»

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Por su parte, Gilles Lipovetsky la califica de «Grifo de imágenes»:  frente a la duración limitada del cine, la televisión es un continuo flujo de imágenes que no ha dejado de crecer desde su invención, inundando nuestros hogares y desbordando nuestras expectativas mientras ocupa y humedece cada vez más nuestro tiempo de ocio. Quizá acabemos ahogados en ellas.

Referencias:

Telépolis, Javier Echeverría

La Cultura del Mundo…, Gilles Lipovetsky