El magnífico chiste de Berlich en el post anterior, me ha recordado nuestra colección de nombres de la televisión que intentan definir su poliédrica realidad porque Javier Echeverría la llama «Fábrica de tiempo» desvelando el auténtico sentido del mercado televisivo en su relación con el consumidor. La televisión no produce programas: su auténtica materia prima es el tiempo de los telespectadores que consigue enganchar con el anzuelo de su programación para consumir sus anuncios. Cuantos más espectadores consiga y cuanto más tiempo estén ante la pantalla, más materia prima tendrá para vender a los anunciantes que insertarán allí su publicidad. Los consumidores de televisión que creemos descansar y evadirnos ante la pantalla estamos, en realidad, trabajando para las cadenas entregando nuestro tiempo. Somos, de ese modo, consumidores, pero a la vez producto. Somos consumidores consumidos. No somos «prosumidores», sino «consumeprodus»
Por su parte, Gilles Lipovetsky la califica de «Grifo de imágenes»: frente a la duración limitada del cine, la televisión es un continuo flujo de imágenes que no ha dejado de crecer desde su invención, inundando nuestros hogares y desbordando nuestras expectativas mientras ocupa y humedece cada vez más nuestro tiempo de ocio. Quizá acabemos ahogados en ellas.
Referencias:
Telépolis, Javier Echeverría
La Cultura del Mundo…, Gilles Lipovetsky
Somos débiles y por tanto tiramos hacia lo fácil hacia lo que no nos ayuda a pensar sino que de alguna manera nos homogeniza y evita conflictos internos
Teresa:
Desconozco en qué sentido afirmas que «somos débiles» y también a qué ámbito cuantitativo te refieres, pero me ha sonado mal. Parece una generalización y, además, demasiado pesimista. Que somos limitados es irrefutable, pero que podemos luchar para no ser débiles también lo es. Total desacuerdo en que la «homogeneización» nos evite «conflictos internos». Como mucho nos sume en una dormidera que aparentemente nos hace más fácil soportar la existencia (más si a ésta no se le encuentra sentido alguno), pero en mi opinión «no pensar» es la mayor fuente de dolor que pueda concebirse, porque el hombre, su espíritu, requiere del pensamiento como las células requieren oxígeno para no morir. Por eso, esa «fábrica de tiempo» (perdido) y ese «grifo de imágenes» que es la televisión pueden matar solo si uno se deja morir.
José Luis