Terminamos la serie dedicada al ensayo de Higinio Marín con él mismo, en cuerpo presentado que no presente, ya que está en formato audiovisual. Se trata de una breve exposición, en el MIT en su filial de Murcia, sobre el tener contemporáneo. Un vídeo de 17 minutos del que extraemos también más abajo y por escrito algunas de sus reflexiones, muy relacionadas con nuestro medioambiente simbólico. Nos alegramos de conocerle si no en persona, al menos, enlatado.
«Buena parte de las cuestiones complejas de nuestro tiempo vienen de nuestra enorme, de nuestra inédita capacidad para tener. Nunca nadie, desde que hay sapiens sobre el planeta ha tenido la enorme capacidad, el potencial casi ilimitado de acumular que tenemos los hombres occidentales de las sociedades desarrolladas del principio del siglo XXI. Tanto que el tener mismo se nos ha convertido en un problema.» […] «Nos hemos perdido en aquello que nos habíamos dado a nosotros mismos para orientarnos. La cultura, la tecnología, los objetos de consumo, los medios de comunicación, no forman parte de la solución, sino del problema porque se han hecho tan abundantes, tan inconmensurables, tan difíciles de gestionar, que lo que se había convertido en un mapa ha suplantado a la realidad y se ha hecho incluso más complejo que la realidad misma. Somos tan capaces de tener que hemos pasado a estar poseídos por lo que tenemos. Es decir nos hemos convertido en lo que la Antigüedad llamaba ‘esclavos’: alguien que no se tiene y porque no se tiene puede ser tenido por otros.La profusión de las cosas que tenemos, los medios, el móvil, el ordenador, que se supone que son medios para alcanzar un objetivo y para alcanzarlo con plenitud de resultados, se convierte en un fin, se convierte en el espacio en el que deambulamos perdidos buscando una orientación que en el fondo termina resolviéndose siempre en un entretenimiento vacuo.»
«Hay una enfermedad contemporánea del tener. […] Hay una forma de esclavitud de nosotros mismos que es precisamente la que han descubierto nuestros publicistas, productores y gestores del sistema económico: convertir todos nuestros deseos en necesidades imperativas. Más aún, cuando con una creatividad sin límites, inventan deseos sin fin que no habíamos tenido nunca y los convierten en necesidades, están reproduciendo el capricho – un deseo que sin serlo se convierte en una necesidad imperativa– o la adicción: -una estructura sistemática de la psique que deriva en una forma conductual estable y sólida-. La adicción consumista y la adicción por el tener es la forma de complejidad en la posesión de bienes materiales que nos inhabilita para emanciparnos de nosotros mismos y poder darnos así a los demás.»
Bueno, bueno, bueno,…… ¡qué experiencia, señoras y señores! No recuerdo haber vivido, como público, nada tan tremendo, perfecto, intenso, lúcido, verdadero, simple y complejo como lo oído en esta pieza al profesor Millán. La he visto y oído ya tres veces y sé que van a ser muchísimas más. A cada repetición entiendo mejor «lo que nos cuenta» (que es «lo que sabe», en efecto) y más me emociona ver cómo lo cuenta. En ese cómo, entra decisivamente considerar la atención del público. No importa que ese público sea atento «per se» (ello podría ser una mera circunstancia) o que esté bien predispuesto y con gran interés en atender lo que dice el profesor. Lo que resulta importante es ver cómo el profesor «lo hace atento», cómo -con qué eficacia- desarma al público de todo filtro y prejuicio previo (valga la redundancia) y logra «ser escuchado». Tal vez, luego, cada asistente podrá o no divergir de todos o alguno de los contenidos comunicados por el ponente, pero «luego», no el acto mismo de recibirlos. Hay planos impagables en la edición audiovisual del evento, que nos muestran el modo, la intensidad con que se produce la escucha del público. ¡Buáh! Inefable. La cosa, «el bien» que están recibiendo los asistentes es del tercer tipo de bienes descritos por el ponente. Se llama AMOR. Y sin duda, el profesor también está siendo «poseído efectivamente» por su público, de modo que lo que se produce y vemos debe ser algo parecido a (si no ello mismo) una «cohabitación en el amor».
Imprescindible ver esta pieza repetidas veces.
José Luis
PD. Cuando me preocupo «del cómo» desarma al público y lo hace atento logrando ser escuchado, no pienso en nada parecido a qué técnicas comunicativas (aunque las posea) utiliza a tal fin, sino en qué cualidades, qué propiedades tienen el comunicador (como persona en sí) y su comunicación (su saber). Esto daría para otro comentario.
No te prives. Puedes hacer otro. Enhorabuena otra vez, abuelo…