La Pantalla Global, Cultura mediática y cine en la era hipermoderna, Gilles Lipovetsky, Jean Serroy, Anagrama, Barcelona 2009
(Final)
Termino aquí la serie de fragmentos de La Pantalla Global.
La atracción de la pantalla, ese «espejismo de luz agitada» que nos fascina y nos atrapa no tanto por lo que muestra como por su propia característica de hogar iluminado en el que luce un fuego continuo que nos impide mirar hacia otra parte. Cine primero, televisión después y finalmente el ordenador personal que nos introduce en un tercer momento en el que quizá esté TODO y, lo que es peor, en el que lo que no esté acabará dejando de ser.
«El siglo que hemos dejado atrás y el que hemos empezado nos ha enseñado, en efecto, que hay un poder de la pantalla en cuanto tal. Este poder le viene de nacimiento: el lienzo de la pantalla de cine […] ejerció inmediatamente una especie de captación extrema, porque atraía y subyugaba a los espectadores, que no podían apartar los ojos de él. … Poder mágico, casi hipnótico, de la cámara oscura y que no se debe tanto a lo que se muestra como al propio dispositivo, ese «espejismo de la luz agitada» (Céline)
[…]La televisión en un segundo momento captó por su cuenta esta magia de la pantalla … y todavía ejerce ese poder que hace que la encendamos todos los días de forma casi mecánica. Con esta pantalla permanentemente encendida estamos ya en algo que depende de la compulsión, léase adicción. Qué importa lo que veamos, mientras la luz de la pantalla brille.
Es lícito pensar que gracias al ordenador personal hemos entrado en un tercer momento. La inmediatez, la interactividad, el acceso a todo a golpe de clic [….] generan una nueva seducción, una potencia nueva en una pantalla elevada al rango de interfaz general: trabajar y jugar en la pantalla, comunicarse por la pantalla, informar por la pantalla. […] Pantalla indispensable para casi todo, pantalla ineludible. Tal vez llegue el día en que lo que no esté disponible en pantalla no tendrá ya interés ni existencia para muchísimos individuos: casi todo se buscará y se recibirá en pantalla. Ser en pantalla o no ser.» (Págs. 312-313)
Usen las pantallas, no las consuman o serán consumidos por ellas.
Preciosa metáfora la del “hogar iluminado” que cual fuego continuo nos impide mirar hacia otra parte: Pepe, debieras probar a escribir tu propio libro; información, ideas y estilo literario no te faltan en absoluto. Y “enganchar” más que Lipovetsky–Serroy, tampoco te resultaría demasiado trabajoso. Dicho sea sin desprecio alguno al trabajo de estos autores, con el que estoy en total desacuerdo, no tanto por el fondo, como por la forma, por el lenguaje empleado que, a mi parecer, “tapa” página tras página la plácido y justo sentido de la obra. Es aquello de “perder la razón por las formas”. Son formas que a mí me asustan. Ejemplos de lo que digo:
“Hay un poder de la pantalla en cuanto tal”
En cuanto tal, la pantalla es lo que es: un artefacto para que en ella se fije la imagen proyectada primero y se refleje después hacia el espectador. Si se trata de nombrar a la pantalla con valor metonímico, no se diga “en cuanto tal”. Me refiero, claro está, a la pantalla de cine porque a ella se refiere el texto.
“Qué importa lo que veamos, mientras la luz de la pantalla brille”
No se ha estudiado suficientemente, al parecer, el fenómeno de la pulsión escópica por la cual existen espectadores –según los autores, la mayoría o tal vez todos– que en virtud del brillo de las pantallas y de la compulsión-adicción que éste provoca en los espectadores, les hace permanecer, inevitablemente, ante ellas.
Pero no será tan determinante ni poderoso brillo, como para tener al espectador fijo ante la brillante carta de ajuste o la pantalla institucional de cualquier cadena, ni mucho menos, hablando de brillo, ante el brillo de las interferencias técnicas de la imagen, hoy en forma de “escalados”, antaño en forma de sutil “nieve”. Más bien, se ha constatado, que el brillo por el brillo (aunque la imagen sea técnicamente impecable) si no suscita el interés intenso del espectador, lo abduce al más intenso de los sueños. “Yo uso la televisión para pillar pronto sueño”, “A mí la televisión es que me duerme”, “Poner la tele y dormirme es todo uno” ……. Son éstas, expresiones muy comunes, que pertenecen también a la realidad del uso de la televisión.
“Ser en pantalla o no ser”
¿Cabe mayor exageración? Aún si se dijera, “estar en pantalla o no ser”, al menos se estaría expresando de otro modo la ya acuñada e hipermoderna sentencia que dice que “lo que no se ve por la televisión no existe”, con la que personalmente no estoy de acuerdo, aunque la entienda. Pero: ¿”SER EN PANTALLA”? ….. ¿”O NO SER”? Que me lo explique quien pueda, por favor.
Y ésta es la “forma textual” de la obra que comentamos. Una “forma” que confunde y se desliza, apartado tras apartado, del ámbito sociológico al psicológico. Las ciencias puras establecen “modelos” para operar empíricamente y desde ahí –cuando hay suerte–, se deducen y formulan las leyes que regulan el comportamiento del fenómeno estudiado. Además, poseen estas ciencias instrumentos terminológicos propios, de tal manera que por sí mismas, pueden comprobar el cumplimiento de sus propias leyes. Nada de esto sucede con la Sociología, en general, ni con el ensayo de Lipovetsky-Serroy, en particular.
Por eso, se me ha hecho especialmente molesto leer tantas y tantas frases rotundas, cerradas, en un lenguaje que parece darse a sí mismo un rigor científico del que “inevitablemente” carece. La Sociología (y este ensayo me parece de orden sociológico) no se ocupa de la conducta del individuo “entidad” sino de las masas “muestra”. Y no es lícito trasladar a aquéllos los resultados del estudio de éstas. Cuando así se hace, las personas que ven televisión, cine o utilizan Internet, quedan dibujadas como esperpénticos monigotes. Como en este ensayo.
José Luis Rodríguez