En una carta publicada en el XLSemanal, Cristina Fernández se queja de que para otro lector fuera un acierto el reportaje fotográfico que le hacen a Luis García Berlanga justo antes de su muerte, por el hecho de que las fotos oculten por «pudor y elegancia» la silla de ruedas que el cineasta utiliza en razón de su enfermedad. «Me siento dolida, pues yo utilizo silla de ruedas desde hace 20 años y no la considero, en absoluto, ni impúdica ni poco elegante; simplemente es una ayuda imprescindible para sobrellevar mi enfermedad».
Los supuestos pudor y elegancia de que hace gala el fotógrafo en el reportaje es recurrente en los medios de comunicación. De forma habitual, el casting de personas y personajes que seleccionan para formar parte del Medioambiente Simbólico y, por tanto, de nuestro imaginario, no incluye las minusvalías. Y no porque sean minoritarias en la sociedad, sino porque estropearían la foto, destrozarían el brillante glamour de las lentejuelas, harían pedazos, en definitiva, la realidad plastificada que habitualmente nos ofrecen. De hecho cuando aparecen, suelen hacerlo convertidas en bufones de adorno de lo que sucede en la pista de circo de los platós en una especie de frikismo esperpéntico de la deformidad.

La violencia, los desastres, las hambrunas, los accidentes, la miseria, los asuntos de juzgado de guardia forman parte del espectáculo diario que constituye gran parte de la construcción mediática y para ellos no hay ni pudor ni elegancia. Pero la minusvalía es una realidad que recuerda demasiado el imponderable, común y cotidiano de la vida diaria. Esfuerzo, sacrificio, solidaridad, normalidad,… no caben en el formato mediático.

No salen en la foto y, por tanto, no existen. Ni pudor, ni elegancia. Puro casting selectivo y censor.

Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella.