Otra pequeña joya publicitaria que nos puede dar juego para la reflexión en torno a la imagen y la palabra:
He aquí el texto, más o menos, de la voz en off para los que no sabéis inglés: «Hay una manera de llegar profundamente a los corazones y las mentes de los sudafricanos a través de todo el país. De cada millón, alrededor de un 60 por ciento de la gente está pegado a ella. El poder del sonido».
Defendamos la radio, la de calidad, la que informa y entretiene. Gracias a Pepe tuve la impagable experiencia de hacer un programita en Punto Radio que se titulaba «Ocio a la vista» con el inolvidable Arturo. Se hacía crítica de cine, literaria, de televisión… Defendamos la radio, la pasión y el vocabulario de los buenos locutores deportivos. Defendamos la radio, sus tertulias, su música nocturna (me encantaba «polvo de estrellas» de Garci en Antena 3 radio). Hacer radio, escuchar radio, imaginar radio… es sin duda más inteligente. Sustituyamos la tele por la radio, que. en definitiva, es lo que hace el anuncio. Brillante, Pepe.
¡Defenderemos la radio, Pedro!
Hace ya años que no oigo la radio porque tuve que «desengancharme» de mi adicción. La cosa empezó escuchando «La linterna» de César Vidal en la Cope, que por cierto hacía unas entrevistas fantásticas. Luego sumé «Las mañanas de la Cope» ¿?, de Federico, que era muy de un palo el hombre pero te enterabas de cosas. Al poco tiempo añadí el programa de Cristina López Schlichting por la tarde, también ….. Y terminé por ser un hombre a un auricular pegado. Mis huesos craneofaciales se hicieron adictos a, dependientes de y tolerantes con las vibraciones de voces y sintonías: ¡me drogaba con la Cope! No podía ser: un día, sin más, dejé de encender la radio.
Pero, sé que tienes razón: la radio es más saludable e interesante que la tele.
Aunque vosotros, los activos, aparcáis las labores blogueriles los fines de semana, servidor, que está jubilado y no distingue ya esas fechas, curra en el asunto igual que entre semana. Calma, ya os llegará el «dolce far niente» que no queráis hacer.
El texto dice «the power of sound» porque en publicidad no se puede restringir el sonido a la palabra, pero la verdad del fenómeno a que alude estaría mejor precisada si escucháramos «the power of word». Es la palabra la que «llega profundamente al corazón», antes y más que otros sonidos, porque es la palabra lo que más necesita el corazón de los hombres. La antropología lo ha demostrado. Y ese necesidad persiste intacta en nuestros días desde los arrabales de lo prehistórico.
Oír palabras es lo mismo que experimentar una suerte de unión con el género humano, no estar solo, sentirse protegido al tiempo que destinatario «único» de ellas. Incluso sentirse importante si quien nos habla lo hace con respeto y sabiduría. Es el vehículo primero y principal para sentirse comunicado (en comunión) con quienes no son «yo», pero me hacen «a mí».
Hay también un aspecto de «distancia psicológica» al mensaje, que en la radio –básicamente conformada por la palabra– es distinta a la de otros estímulos. Pepe nos decía hace bien poco, que la imagen es «totalizadora» y es verdad. En fin, el tema propicia una fecunda reflexión entre todos.
Son dos medios distintos. Los dos son válidos. Pero en el medioambiente simbólico, la hegemonía de las pantallas, la saturación de las imágenes, hace que nuestra simpatía vaya más al poder de la radio, el poder del sonido, el poder de la palabra.
No estoy de acuerdo, Pepe.
¿…?
nada, pues eso, que en mi caso al menos, mi simpatía por la radio, por la palabra, es anterior a mi hartazgo de imagen televisiva o eso es lo que me creo yo, no sé.