Carlos Manuel Sánchez —bendito sea— escribe un reportaje en el En Portada del XLSemanal del 16 de julio que no tiene desperdicio porque todo en él es información. El retrato del creador del Facebook llena la portada y el interior lo llena el retrato lúcido de la fría economía a la que no le importa si las redes sociales son o no una revolución cultural, sino si son o no negocio. Veamos.

 ¿Habíamos hablado aquí alguna vez de nuestro tiempo como materia prima susceptible de convertirse en dinero?:
«Comprar acciones de Facebook equivale a adquirir derechos sobre el mundo. El dinero sigue al tiempo. Y la capacidad de Facebook de mantener a la gente enganchada muchas horas al día terminará generando enormes cantidades de dinero»(Needham&Co, consultora).

¿Habíamos hablado antes aquí del poder cronófago de las redes sociales?:
«Facebook es el mayor destructor de productividad laboral creado por el hombre después de la guerra. Resulta paradójico que se haya convertido en una de las empresas más valoradas del mundo» (Clem Chambers, analista de Forbes). Zuckerberg estaría destinado a ser el alquimista que convierte el tiempo en oro; más concretamente el tiempo perdido por sus usuarios, robado al ocio y con frecuencia al trabajo.

Facebook gana dinero con nosotros a través fundamentalmente de la publicidad:
Facebook superará este año los mil millones de usuarios —dice el articulista—. Aunque parece que comienza a estancarse lentamente, una séptima parte de la humanidad pulsa el botón de “me gusta” Ingresó en 2011 unos 2.900 millones de euros, un 85 por ciento en publicidad. 

Pero no tanto: la salida a bolsa del emporio Facebook ha sido un fiasco que puede ser el desinflarse de una posible nueva burbuja punto.com:
 ¿Novecientos millones de usuarios y sólo gana 3 euros por cabeza? «El problema no es que Facebook no gane dinero. Sí que gana, pero no tanto… Y no tiene una manera fácil de ganarlo. Le pasa como a tantas compañías de Internet: no ha encontrado una fórmula para convertir a sus millones de usuarios en clientes. Por eso, sus cuentas no impresionan» (John Cassidy, experto en tecnologías de The New Yorker) Pero la está buscando, la fórmula, y acabará encontrándola por supuesto a nuestra costa.

No es tan fácil ganar dinero vendiendo humo, aunque sea en el negocio del ocio:
«La economía digital se caracteriza por una penetración enorme y un rendimiento limitado. Intenet significa ocio barato. La mayoría de los productos que ofrece son gratuitos. Tampoco genera demasiados puestos de trabajo porque la mayoría de las tareas están automatizadas por el software y los servidores. Por supuesto, existen compañías exitosas, pero son aquellas cuyo negocio está en la producción y distribución de bienes materiales, no virtuales» (Tyler Cowen, economista de la George Mason University) «Cuanto más puramente digital es una compañía, menos puestos de trabajo crea y menos ingresos recibe por usuario […] Hay excepciones a esta regla, pero no demasiadas. Incluso el porno, que es el mayor negocio de Internet, está perdiendo muchísima rentabilidad porque cada vez hay más sitios amateur y los profesionales han perdido el monopolio. Existía una cierta ilusión de que las redes sociles iban a crear una revolución económica, pero no ha sido así. Google no es General Electric; Twiter no es Ford. (Ross Douthat, The New York Times)

¿Quién hace clic en un banner publicitario? Nos lo hemos preguntado muchas veces:
«El ocio es el cimiento de Internet. La mayoría de sus contenidos los crea gente que no espera remuneración alguna. Es el paraíso de los diletantes y los desocupados. No existe un filón comercial nítido. El dinero que se inyecta a las empresas 2.0 proviene de los excedentes de la vieja economía. Las redes sociales no manufacturan bienes de consumo. Sus usuarios no entran en ellas para comprar. Suben fotos (83 millones diarias en Facebook), actualizan sus perfiles, tuitean, dialogan, juegan, ligan, comparten información con sus amigos… ¿Quién hace clic en el banner de un anunciante? Es como entrar a una cafetería, pedir un vaso de agua y ocupar una mesa toda una tarde» (Mathew Yglesias, de Slate) (El gigante General Motors acaba de cerrar su cuenta publicitaria en Facebook —10 millones de dólares— por falta de rentabilidad y para muchos es el comienzo de una desbandada).

Pero quizá donde está verdaderamente el futuro negocio no es sólo en el tiempo que entregamos, sino en los datos que suministramos :
Este es el contrato que se acepta al abrir una cuenta en la red social: «usted le otorga a Facebook el derecho irrevocable, perpetuo, no exclusivo, transferible y mundial […] de utilizar, copiar, publicar, difundir, almacenar, ejecutar, transmitir, escanear, modificar, editar, traducir, adaptar, redistribuir cualquier contenido depositado en el portal». Nadie en el mundo,excepto Google, —afirma C.M Sánchez— tiene un banco de datos tan enorme sobre nosotros, nuestros gustos, actividades, amigos, creencias, tiempo que pasamos en la red, sitios que visitamos… una mina de oro estadística y de marketing que hemos proporcionado gratis y muy a gusto para que hagan con ella lo que quieran. «Tengan cuidado con lo que suben a Facebook» afirma Barak Obama; él sabrá por qué, digo yo.

Sin embargo, seguimos frivoleando con el tema y animamos a nuestros hijos a abrir sus perfiles para que no se queden fuera… ¿de qué? de la Red en la que las redes pescan nuestros perfiles:
A Zuckerberg, la privacidad le parece algo obsoleto —como a Punset—, pero él no anunció el evento de reciente boda en su cuenta de Facebook (en la que tiene… ¡¡¡14 millones de amigos!!!) 

Coda:

Del desastre de bolsa, sacaron tajada el propio Zuckerberg (912 millones de euros de golpe), Goldman Sachs, y unos amigos: Mark Pincus (Zynga), Reid Hoffman (Linkedin), Peter Thiel (Paypal)… todos vendiendo acciones antes de que se desplomaran (5.600 millones de dólares de beneficio).