Uno de sus capítulos se titula muy expresivamente, El hombre estancado y de él entresacamos algunos párrafos distribuidos en un par de entradas. Si lo queréis leer entero lo tenéis completo aquí .
«En las librerías se encuentran estantes enteros abarrotados de libros que quieren transmitir un mismo mensaje: tú puedes; tú puedes vencer el miedo, tú eres dueño de tus actos, aprende a decir no, el éxito está en tus manos, tú puedes conseguir sin esfuerzo lo que deseas, etc.
Lo más sorprendente es que, hasta hace poco, las personas sabían lo que podían o no podían hacer sin necesidad de que los libros les dijeran que podían hacerlo. La duda ofende, y el mero hecho de que se cuestionen las capacidades propias del hombre es ya un signo preocupante del estado actual de una condición humana que se siente impotente para hacer lo que está al alcance de su mano.
La voluntad ha cedido terreno como fundamento de la conducta. Ya no forma parte de la educación de los niños, consentidos en casa y sometidos a una instrucción exclusivamente teórica en la escuela. La firmeza de los educadores y de los modelos a imitar eran los que desarrollaban la voluntad, que se conforma entre la estimación y el choque, entre el calor y el martillo, como se templa el hierro. Pero hoy la autoridad parece exclusiva de las fuerzas del orden, la disciplina es considera un castigo y el esfuerzo físico en el trabajo cosa de bestias, ya que las máquinas lo han desterrado de entre las gentes acomodadas, que sólo se afanan en competir en los negocios o en el juego.
En el último siglo, el hombre ha tenido que evolucionar para adaptarse a un entorno cada vez menos humano. Durante el milenio anterior, el hombre estuvo sometido a otros hombres, y las dimensiones del dominio eran también humanas. […]
Aunque tenían más obligaciones que nosotros, es probable que, antes de que la industria forzara el ritmo del trabajo, los hombres y las mujeres tuvieran la sensación de que la mayor parte de su existencia era gobernada por su voluntad. Estaban integrados dentro de una tradición y hacían de buena gana lo que siempre se había hecho. El hombre moderno, aunque parece que viva en un momento de máxima libertad, quizá porque tiene demasiadas opciones, se siente forzado a renunciar a lo que más le place, y actúa, más a menudo que sus antecesores, en contra de su voluntad.»
Mañana, más.
No se me había ocurrido asociar las adicciones tecnológicas al tabaquismo, pero sí, tras leerte, hay una presión social indudable. Como me decía hace un mes una madre del colegio: «no puedo hacer que mi hija no tenga cuenta en Tuenti, porque entonces estaría sola».
Un abrazo.
Que bueno, que bueno, que buenoooooo!!!!!!!!!
Gracias Pepe!
El hombre, Negre, es tan simple que lo más complicado es acordarse de que efectivamente lo es. Siempre he sostenido que debajo del mal uso que hacemos de las tecnologías, no hay sino fragilidad. Esa fragilidad que está tan bien descrita por Masgrau.
De nada, Anónimo. Gracias al Dr. que es el que escribe.
Ese «… se siente forzado a renunciar a lo que más le place…» encierra, a mi juicio, todo un itinerario para el análisis personal.
José Luis
Me alegra la reaparición de mi comentarista favorito… ¡y desde ultramar…! Espero que promociones el blog en las Américas.
Abrazos.