Patrícia fue modelo. Más tarde, fue universitaria en Aberdeen (Escocia) y, nadando, descubrió que había agua:
«Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez más viejo que nadaba en dirección contraria; el pez mayor los saludó con la cabeza y les dijo: «Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?» Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: ¡¿Qué demonios es el agua? David Foster Wallace
Descubrió que existía el medioambiente simbólico y no sólo el medioambiente físico y meteorológico. Comenzó a nadar contracorriente de los demás y de sí misma y, ayudada por la sociología y la antropología fue descubriendo el agua en la que ella había nadado y en la que sin darnos cuenta, nadamos todos.
Resultado de ese descubrimiento es este ensayo sobre la moda y las modelos –¡Divinas!, Modelos, poder y mentiras, Patrícia Soley-Beltrán, Premio Anagrama de Ensayo 2015, Anagrama, Barcelona, 2015– del que, a mi modo de ver, lo más valioso no es la reflexión intelectual, demasiado sesgada por lo académico, la ideología de género y la preocupación progresista de no hacer juicios morales, sino su valor testimonial.
Quizá merezca la pena empezar por el final: (los subrayados son míos)
«La perversión de la imagen como amenaza a la salud pública, la enfermedad de las formas de relación a partir de la banalización de la palabra, la infección de la comunicación que, en nuestra cultura, es mayoritariamente imagen, son cuestiones preocupantes. Exigen un continuo esfuerzo autorreflexivo y una renovación de perspectivas.» Y tanto. No es un juicio moral, pero como diagnóstico no está nada mal. Y es posible esta situación exija algo más que reflexión personal. Algo quizá en el terreno no sólo individual, sino también colectivo. Algo habrá que hacer… En eso estamos.
«Roto el espejo del inconsciente óptico, desintegrados los elementos que constituyen el glamuroso ideal de la modelo, se abren otros retos: […] ¿Cómo dar cabida a la necesidad humana de belleza y verdad sin caer en el libertinaje visual al servicio de una seductora y explotadora economía de consumo? […] ¿Cómo desarrollar una ética responsable de creación y consumo de imágenes?»
No contesta a estas preguntas, pero termina el inicio de su camino analítico, volviendo «a sonreír con serenidad, lejos de la euforia publicitaria como medida de todas las cosas» después de haber disfrutado de la calma y la paz de una casa ibicenca frente al mar.
A lo largo de ese viaje de investigación que culmina en la paz ibicenca, Patrìcia va descubriendo que «difícilmente podemos estar ya del todo fuera o dentro del espectáculo, porque este ha desbordado los confines de lo urbano, donde inicialmente se generó. Ubicuo y al mismo tiempo utópico, globalizado y virtualizado, todas las personas estamos inmersas en él. No hay escapatoria».
Es el medioambiente simbólico.
Referencias