Este fin de semana ha tenido lugar en Zaragoza el V Congreso Iberoamericano de Cultura con el título deCultura digital, cultura en red. Iremos viendo aquí las conclusiones que cacemos y que merezcan la pena. Mientras, en el vídeo que reseñamos más abajo,  entre los minutos 27 y 55 podéis escuchar la conferencia inaugural de Daniel Innerarity que vamos a comentar hoy. También la podéis leer íntegra su transcripción en el enlace que aparece al final del post.

Os resumo aquí las ideas fundamentales.

La primera es que hablamos con demasiada alegría, ligereza y optimismo del nuevo mundo digital sin pensar en las dificultades y exigencias que este nuevo contexto plantea. «Nos sobran celebraciones y no viene mal que recordemos los problemas», dice y estamos de acuerdo.

En segundo lugar, que, frente a la accesibilidad total de la información que tanto emociona a todo el mundo, pasamos por alto la nueva ignorancia a la que la sobreinformación nos condena. La información aumenta mientras disminuye y se dificulta nuestra comprensión del mundo convirtiéndose en  sobreinformación, infobasura o infoxicación. Al contrario de lo que la gente que la celebra piensa, «la información, a partir de un determinado momento hace mucho daño. Paraliza la toma de decisiones». La información y la comunicación masivas informan sin orientar, comunican sin personalizar. Y esa «complejidad mal organizada es la nueva forma de ignorancia». Ya hemos citado aquí a Eco cuando define a Internet como una enorme «biblioteca desordenada».

«Acumular información es una forma de librarse de la incómoda tarea de pensar», insiste Innerarity. Lo importante no es estar informado, sino asimilar y penetrar en el sentido y «las cuestiones de sentido no se pueden responder con informaciones porque la información no distingue entre lo que tiene sentido y lo que no lo tiene. Una enciclopedia contiene más información que la que puede tener la persona más inteligente del mundo. Lo que una enciclopedia no tiene es saber. Saber es información con valor, con un alto grado de reflexividad y de creatividad personal.» El problema es cómo hacer que las personas afronten el reto de Internet con reflexión y creatividad.

Otra idea que desarrolla es la de que el  carácter mediado –«un mundo de segunda mano», de «prótesis epistemológicas», dice– de la experiencia del mundo nos lleva a ser cada vez un poco más tontos en el sentido de que cada vez somos más conscientes de la enorme cantidad de cosas que no sabemos. Cuando la sociedad tenía un conocimiento de primera mano, sabían menos cosas pero eran las cosas que podían y debían saber. En un mundo como el nuestro, somos un poco más tontos porque el abismo entre lo que sabemos y lo que podemos o debemos saber es cada vez mayor. Eso no es necesariamente malo. Es simplemente un hecho que nos explica esa sensación que a veces tenemos de estar superados por el mundo que nos rodea, tan grande y aparentemente accesible, pero, en realidad, inabarcable.

En esa misma línea de dato para el reconocimiento de nuestro estado, el filósofo nos describe como «usuarios sumisos» que vivimos en una sociedad más inteligente que nosotros necesitada de expertos que entiendan de las múltiples cosas que utilizamos sin comprender su funcionamiento. «Aceptamos no saber qué hay en la caja negra de las cosas y los artefactos que utilizamos». Sin embargo, esto no es tampoco negativo, a su juicio, sino que es la condición sine qua non para ser más libres para pensar y crear. «Un producto es inteligente  precisamente cuando es capaz de ocultar el abismo de nuestra ignorancia de tal manera que el usuario no lo perciba y quede seducido por la simplicidad de su uso». Cita a Alfred North Withehead que lo resume así: “La civilización avanza en proporción al número de operaciones que la gente puede hacer sin pensar en ellas”. Habría que decir que lo que indudablemente avanza con esa premisa es la civilización técnica, pero no necesariamente con esa condición, la civilización cultural, sentimental o moral.

Otra idea –esta vez sí, contracorriente, bendito sea– es la de que (atención Prensky, Punset y acólitos ciberoptimistas)  los seres humanos NO somos multitarea, no podemos hacer muchas cosas al mismo tiempo, sino que actuamos de manera secuencial. «No podemos hablar por teléfono –dice– y escribir al mismo tiempo una novela» Ya perdonarán que destaque esta obviedad, pero en el sofocante mundo de la tecnolatría, es necesario destacar una y otra vez lo obvio.

En el capítulo de las soluciones para afrontar este nuevo modelo social, las dos habilidades imprescindibles que destaca son primero, la de convertir las informaciones en saber a través de una tarea de selección –«Dime cuánto y cómo seleccionas y te diré lo inteligente  y creativo que eres»–, de filtrado, de hacer las preguntas correctas y de destruir información inútil: «el principal elemento de una organización es la papelera. Si quieres saber lo inteligente que es una persona examina el uso que hace de su papelera». «El saber más valioso hoy es el saber qué es lo que no se necesita saber». Nada más y nada menos.

En segundo lugar –y no menos importante y no menos difícil–, saber gestionar los dos bienes más escasos que tenemos hoy: el tiempo y, sobre todo, la atención, bombardeada por los millares de distracciones que nos hacen a todos TDA.

En definitiva, gestionar la información, el tiempo y la atención. Ahí es nada. Quizá de lo que no se dé cuenta Innerarity es que precisamente todo el montaje tecnológico en torno a la supuesta mejora de la comunicación y conocimiento humanos, tal y como está organizado, lo que perjudica precisamente es la gestión de la información,nos hace perder el tiempo casi inevitablemente y  distraer constantemente nuestra atención. O sí se da cuenta, pero el lugar y el auditorio tecnológico que le escucha  no son ni el momento ni la gente ante la que se pueda meter el dedo en la herida hasta hacer sangre. Bastante ha hecho con enunciar tímidamente lo que enuncia.

De hecho, en una entrevista previa a su intervención en el Heraldo de Aragón, es un poquitito más claro cuando dice que «Internet nos ha dado más libertad, pero es un sistema lleno de paradojas. Nos permite controlar al poder, pero también es una gigantesca herramienta de control» ante la que hemos sido bastante ingenuos. O esta otra frase más definida respecto de la multitarea: «Es una forma de analfabetismo cultural pensar que podemos hacer dos cosas a la vez».

Menos da una piedra.

Referencias: