Interesante entrevista publicada en La Vanguardia a Jane Vincent, investigadora de la London School of Economics. Es breve, sencilla, pero sorprendentemente llena de sentido común por parte de la entrevistada. Se pone de manifiesto al leerla cómo el periodista parte de los presupuestos tópicos ciberoptimistas y en vez de encontrar un eco en la voz de la entrevistada, muerde en hueso. No es frecuente esto y solo por eso merece la pena reseñarlo.
Uso el móvil desde los 20 años, en 1987, y ahora me permito usarlo poco, aunque me gusta analizar los últimos modelos. Los jóvenes pueden ayudar a los mayores a usar la tecnología digital y los mayores a los jóvenes a no depender de ellas. Colaboro con la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). (Es la entradilla.)
(Veinte años usando el móvil y ahora no lo usa más, sino menos. Muy significativo que haga explícita esta relación de dominio del samartphone desde el principio. Se puede dominar con el paso del tiempo. Muy interesante también la primera referencia al concepto brecha digital –tan tópico como su pariente cercano, la oposición nativos y emigrantes digitales- y que desde el principio desmonta al plantearla no como una oposición generacional, sino como dos modos distintos de afrontar la tecnología que pueden enriquecerse mutuamente. Esto flota a lo largo de toda la entrevista hasta que se hace directamente explícito en un momento determinado)
-¿Cómo evitar que los mayores se queden atrás en la era digital? (La pregunta lleva implícita la respuesta. Da por supuesto que los jóvenes van por delante como dogma oficial. Está echado el anzuelo para que la respuesta se deslice profundizando en el tópico, pero no hay tal. No van por ahí los tiros.)
Para empezar, mi investigación ha empezado por estudiar las motivaciones e incentivos que llevan a los usuarios de las nuevas tecnologías a hacer el esfuerzo de aprenderlas y dedicarles mucho tiempo.
-«Perro viejo –dicen los británicos– no aprende trucos nuevos» (Insiste el periodista)
Sobre todo si no tiene por qué hacer el esfuerzo. Y eso es lo primero que hemos descubierto: los mayores no se esfuerzan tanto como los jóvenes en aprender esas tecnologías porque tienen su vida más llena de otras cosas. Y siguen llenándola con ellas.
(¡Oh, sorpresa! No es que sean más torpes estos mayores, simplemente es que la tecnología les interesa menos porque tienen otros intereses generalmente más importantes. Puro sentido común. Un tesoro escaso)
-Pero, por la plasticidad neuronal, los jóvenes aprenden con menos esfuerzo... (De nuevo el argumentario al uso: pero son más listos ¿no? su cerebro es distinto, les cuesta menos, etc… ¡Venga, hombre!, conteste de una vez que las cosas son así como se las cuento, son nativos digitales, todo el mundo lo sabe. Pero no.)
También se esfuerzan más y de forma más obsesiva por aprender. Para alguien de cierta edad, poder hablar del último videojuego con sus amigos no es una motivación tan poderosa como para un quinceañero.
-¿Si los mayores estuvieran más motivados aprenderían como los jóvenes? (Venga y dale. A ver si ahora entra y acaba diciendo que los adultos están menos motivados…)
Digamos que cuando tiene ya unos cuantos años, el adulto ya ha probado muchos chismes a la moda antes y ha descubierto que a menudo es más productivo dedicar todo ese esfuerzo a otras actividades. O esperar a que las tecnologías de última hora se asienten y demuestren su utilidad antes de dedicarles tiempo.
(¡Me encanta! Simplemente el adulto, más maduro, se distancia más fácilmente del marquetin tecnológico y no se deja engañar tan fácilmente por cantos de sirena. No es que sea más torpe, sino que es más mayor y por tanto un poquito más sabio aunque solo sea por la edad.)
-Cuando los utensilios digitales se perfeccionan suelen ser más fáciles de usar. (Parece que el periodista se rinde y cambia de tercio. Pero la entrevistada no quiere dejar lugar a dudas y termina de aclarar.)
También hemos comprobado que toda la presión ambiental y el marketing y la publicidad de las grandes marcas se concentra en los más jóvenes para que hagan el esfuerzo de comprar lo último.
-Pues las señoras mayores son la franja de usuarios que más crece en Facebook. (Vuelve a la carga)
Pero no suelen buscar amigos en las redes, sino que simplemente siguen a familiares y amigos que los invitan a unirse para ver fotos.
-Supongo que habrá de todo… (Pareciera que al periodista le empieza a molestar que el entrevistado no conteste lo que se espera de él. Por si no lo tenía todavía claro, fíjense en la respuesta calmada y nada tópica)
Si me permite, yo diría que sus preguntas están inducidas por el mantra de que es mejor siempre estar hiperconectado y, en cambio, los mayores saben que es igual, al menos, de importante la calidad, profundidad e intensidad de esa conexión. (Permítaseme repetirlo: más que la hiperconexión continuada es importante la calidad, profundidad e intensidad de esa conexión. Y muchos torpes emigrantes digitales lo saben)
-Pues si es así me disculpo. (Pero la investigadora machaca el tópico de las diferencias generacionales que se ha manipulado en lo tecnológico hasta la saciedad)
El edadismo (ageism), esto es, discriminar a las personas por su edad, es un prejuicio muy extendido.
-La evidencia científica es que se pierde capacidad de aprendizaje con la edad. (A ver si por aquí sacamos algo en claro y terminamos cocluyendo que los mayores son más torpes y los jóvenes más habilidosos. No acaba de rendirse.)
Es cierto que, por ejemplo, hay una reducción en etapas muy avanzadas de la vida de la capacidad háptica, esto es, la sensibilidad táctil, el saber si has tocado o no algo. Por eso, parte de mi investigación acaba por exigir a los diseñadores de utensilios digitales que trabajen con los mayores para adaptar su uso a sus habilidades diferentes.
-Pues va a hacer mucha falta.
Si todo va bien, muchísima. En Gran Bretaña ya hay más de medio millón de nonagenarios y centenarios…
-…Que necesitan comunicarse incluso más que los jóvenes. (Ah, ahí te he pillado. Los mayores también están enganchados. Sin embargo, la investigadora es más optimista o más realista y sigue dando como ganadores a los adultos que dominan más su dependencia tecnológica.)
Por supuesto, pero sobre todo para cosas realmente importantes. Los adolescentes, en cambio, tienen muchos más problemas para decidir qué es y qué no es necesario saber en tiempo real.
-¿Por ejemplo?
Muchos están en demasiados grupos de WhatsApp como para poder seguirlos todos… Y eso les produce ansiedad.
-Yo diría que eso puede suceder en cualquier momento de tu vida. (Es decir, insiste, a los mayores también les pasa)
…Pero lo hemos documentado sobre todo en adolescentes que sufren de ansiedad si no pueden controlar lo último que se ha colgado en todos sus grupos de WhatsApp o en Instagram o en todas las redes sociales a las que pueden llegar a conectarse. (Parece que los listísimos jóvenes tienen un problema… )
-Un sinvivir de hiperconexión.
Hay casos de estudiantes que unos segundos antes de llegar al piso que compartían preguntaban a sus compañeros por WhatsApp si la ducha estaba ocupada…
-Eso es estar enganchado.
Esperemos que con los años, estos jóvenes vayan madurando el uso de las tecnologías y aprecien tanto la hiperconectividad como el no necesitarla a todas horas. Eso es algo que podrían aprender de sus abuelos.
-Siempre se piensa que son los nietos los que enseñan tecnología a los abuelos.
Y los abuelos pueden enseñar a sus nietos a no depender de ella.
Por el titular que encabeza la entrevista y con el que yo la termino, parece que, finalmente, el periodista, el encargado de transmitirnos como intermediario la realidad de las cosas, ha abdicado de su prejuicio inicial porque, una vez sentado en la redacción, decide destacar lo que sigue:
«Cuanto más vacía está tu vida, más la llenas con el móvil»
O dicho de otro modo, como hemos repetido aquí muchas veces: cuanto más llena está tu vida, menos espacio queda para que lo ocupe la la tecnología. O lo que es lo mismo: las tecnologías de la comunicación mediada (radio, televisión, internet…) ocupan rápidamente el espacio que les deja el vacío de la comunicación carnal, física y directa. Es decir, a más humanidad, menos virtualidad.
No me digan que no es una entrevista excepcional… No porque diga grandes cosas, sino por las simples cosas que dice.
Referencias