Para que ciencia y fe puedan constituir un telar que dé urdimbre a nuestras vidas es preciso que cada una de ellas profundice en sus ámbitos y descubra sus límites. «Mis dos citas favoritas sobre este asunto se hicieron con 375 años de separación. La primera es de Galileo quien dijo: “La intención del Espíritu Santo es enseñar cómo uno va al cielo, no cómo va el cielo”. La segunda es del Papa Juan Pablo II, cuando dijo: “la ciencia puede purificar la religión del error y la superstición. La Religión puede purificar la ciencia de la idolatría y los falsos absolutos.”» […] No es un fácil equilibrio.
«Creo que ahora estamos viviendo un momento especial, uno de esos momentos en los que todo lo que nos rodea es cambio y aún no podemos ver el camino a seguir en la oscuridad. Nuestras viejas formas de explicarnos a nosotros mismos no son suficientes como para dar cabida a un mundo hecho paradójicamente pequeño por nuestras tecnologías, pero todavía enorme para que intentemos abarcarlo.»
Por eso, entre otras cosas, «No podemos hacer que el mundo acepte un solo relato —nuestro propio relato— gritándolo más fuerte que el de los demás o silenciando a aquellos que cantan una canción diferente. Debemos tomar en serio la sabia observación de Neils Bohr, uno de los más grandes científicos de nuestro siglo: “Lo contrario de una afirmación correcta es una afirmación incorrecta. Lo contrario de una verdad profunda es otra verdad profunda”.»
«Podemos hacer la historia humana más grande sólo haciéndonos un poco más pequeños, viendo cómo la visión de cada uno de nosotros no es sino un pequeño fragmento de una verdad mucho mayor que no ha sido dada a conocer a los mortales. Sólo el dios de la tecnología promete que se puede tener todo. Mi propia lectura limitada de la Escritura me dice que esa nunca fue una promesa hecha por Dios; sólo se nos prometió que tendríamos la comprensión suficiente para cada uno y para cada tiempo. Para las personas que creen en esa promesa, el reto de volver a contar nuestra historia para tiempos nuevos y cambiantes es una prueba no de nuestra sabiduría, sino de nuestra fe.»
(publicado en 1997 en la revista First Things con el título Science and the Story that We Need. Lo he traducido y guardado en la página Pensar los medios del Blog con el título La Ciencia y El Relato que Necesitamos para el que lo quiera leer entero)
Desconozco qué cosa es una verdad «profunda». Sé lo que es una verdad y también que lo profundo está más hondo que lo superficial, pero… no llego a más. No voy de nada, lo que digo lo digo de buena fe. Si no hay propiedad en los términos ¿cómo podremos entender?
Me gusta la última reflexión: el reto aludido es una prueba de nuestra fe no de nuestra ciencia.
José Luis
En cambio a mí me gusta esa ambigüedad forzada del lenguaje que como en la poesía no busca definir, sino acercarnos al misterio que hay en las cosas.
Lo mejor de la entrada, sin duda, son las tres citas ( Galileo, Juan Pablo II y esa deliciosa frase de Bohr que viene a decir que la verdad existe pero en ocasiones el lenguaje es una herramienta insuficiente para definirla. Lo exacto es objeto de la razón y de la ciencia; lo profundo, lo inefable y lo más verdadero es objeto de la fe.
Sí señor. Ahora he pedido descrifar lo importante y aventar la paja. Gracias, Pepe.
José Luis