Istvan Banyai nos propone con su libro Zoom, una mirada desde el detalle particular  a la panorámica universal.
 

El libro parece reflexionar sobre la limitación de la mirada humana que se descubre a sí misma puesta en evidencia a medida que va alejándose de la realidad que cree haber visto. Sin embargo, a mí me parece que lo que Istvan Banyai pone en cuestión no es tanto la mirada del hombre como la mirada mediática.  Cada una de las imágenes, en su cambio de perspectiva, nos recuerda lo limitado de la selección del encuadre. Cada imagen pone en duda la anterior, advirtiéndonos que lo que vemos está enormemente condicionado por los límites de la mirada… no nuestra, sino de la cámara. 

 

Por otra parte, evidencia que el medioambiente simbólico a menudo nos muestra una realidad deformada no necesariamente por la tergiversación, sino sólo por la perspectiva. Con la apariencia de globalidad, vivimos con la mirada puesta en miopes localismos. No es que nos muestren el mundo más próximo, sino que la proximidad de las cámaras, en vez de componer una imagen global, nos hace contemplar el universo con mirada local y terminamos haciendo juicios aldeanos de problemas inabarcables. 

 

La mirada del hombre no la limita encuadre alguno. La mirada del hombre es interior e igual que puede abarcarlo todo en la interpretación de un primer plano, puede llegar a lo más nimio en una panorámica. Porque la mirada humana no depende sólo de la percepción, sino que se enriquece o empobrece  con lo que mira, pero también con lo que lee, con lo que piensa, con lo que vive con lo que siente. No somos una cámara ni nos limitamos a atrapar imágenes sino que las creamos en nuestro interior. 

 

Por eso, mientras que a muchos, el último»fotograma» de Banyai les hace pensar en la insignificancia de nuestra especie, perdida en la inmensidad del universo, a mí,  por el contrario, me hace consciente de nuestra grandeza. Una grandeza que nos permite vernos como realmente somos: pequeños con ojos, sí, pero, sobre todo, gigantes con alma. Contemplar las estrellas e intentar ser consciente de dimensiones que se miden en años luz no me hace pensar en la insignificancia del hombre, sino en la grandeza de su pensamiento capaz de ir mucho más allá de sí mismo abarcándolo todo.

 
Hay otros mundos, pero están en este.