El libro parece reflexionar sobre la limitación de la mirada humana que se descubre a sí misma puesta en evidencia a medida que va alejándose de la realidad que cree haber visto. Sin embargo, a mí me parece que lo que Istvan Banyai pone en cuestión no es tanto la mirada del hombre como la mirada mediática. Cada una de las imágenes, en su cambio de perspectiva, nos recuerda lo limitado de la selección del encuadre. Cada imagen pone en duda la anterior, advirtiéndonos que lo que vemos está enormemente condicionado por los límites de la mirada… no nuestra, sino de la cámara.
Por otra parte, evidencia que el medioambiente simbólico a menudo nos muestra una realidad deformada no necesariamente por la tergiversación, sino sólo por la perspectiva. Con la apariencia de globalidad, vivimos con la mirada puesta en miopes localismos. No es que nos muestren el mundo más próximo, sino que la proximidad de las cámaras, en vez de componer una imagen global, nos hace contemplar el universo con mirada local y terminamos haciendo juicios aldeanos de problemas inabarcables.
La mirada del hombre no la limita encuadre alguno. La mirada del hombre es interior e igual que puede abarcarlo todo en la interpretación de un primer plano, puede llegar a lo más nimio en una panorámica. Porque la mirada humana no depende sólo de la percepción, sino que se enriquece o empobrece con lo que mira, pero también con lo que lee, con lo que piensa, con lo que vive con lo que siente. No somos una cámara ni nos limitamos a atrapar imágenes sino que las creamos en nuestro interior.
Por eso, mientras que a muchos, el último»fotograma» de Banyai les hace pensar en la insignificancia de nuestra especie, perdida en la inmensidad del universo, a mí, por el contrario, me hace consciente de nuestra grandeza. Una grandeza que nos permite vernos como realmente somos: pequeños con ojos, sí, pero, sobre todo, gigantes con alma. Contemplar las estrellas e intentar ser consciente de dimensiones que se miden en años luz no me hace pensar en la insignificancia del hombre, sino en la grandeza de su pensamiento capaz de ir mucho más allá de sí mismo abarcándolo todo.
Sorprendente y deliciosa entrada. ¡Enhorabuena, Pepe!
Transcribo aquí unas líneas de «El mentir de las estrellas», libro póstumo de de mi padre, que hablan en sintonía con tu reflexión final que comparto del todo contigo. El texto del autor no lo entrecomillaré, el de Pascal sí. Dice así:
He aquí un hombre que mira en la noche el cielo estrellado. Llleva quieto y en silencio un largo tiempo. Puede ser un hombre vulgar que se siente vagamente conmovido. Puede ser Blas PASCAL el que atiende y escribe su dictado:
«Cuando considero la poca duración de mi vida absorbida en la eternidad precedente y siguiente, el pequeño espacio que ocupo e incluso veo sumido en la infinitud inmensa de los espacios que ignoro y que me ignoran, me espanto y asombro de verme más biem aquí que allá, porque no hay ninguna razón para que esté más bien aquí que allá, para que sea ahora más bien que entonces. ¿Quién me ha puesto en él? ¿Por orden y autoridad de quiénj este lugar y este tiempo me han sido destinados?»
Pero la magnificiencia universal no deprime en el observador filósofo el sentido de su grandeza, y el cielo estrellado le sigue diciendo:
«El hombre es la caña más débil de la creación, pero es una caña que piensa. Es inútil que todo el universo se conjure para quebrarla. Un vapor, una gota de agua, basta para matarle; pero aun cuando el universo le destruyera, el hombre seguiría siendo aún más noble que aquello que le mata, porque él sabe que muere y el universo nada sabe de la superioridad que sobre él tiene.»
Y así habla el cielo a los hombres, a los astrónomos, a los poetas, a la gente sencilla que le mira y no pregunta a los astrólogos.
Perdón por los errores dactilográficos, es un horror para mi vista escribir largo en esta ventanita.
Pepe: veo que en el blog de Santiago González, los comentaristas pueden usar estilos tipográficos (cursiva, negrita, etc). Sería maravilloso poder hacerlo aquí también. ¿Sabes si se puede?
José Luis
A mí me da mucho vértigo pensar que en lugar de estar aquí, voy por ahí en un sello en la mano de cualquiera….
Ese «El Mentir de las Estrellas», creo que me lo debes ¿no? Me encantaría leerlo. Es fantástica la reflexión de Pascal: «me asombro de verme más bien aquí que allá, porque no hay ninguna razón para que esté más bien aquí que allá, para que sea ahora más bien que entonces…». La inasequible certeza de la eternidad a la que pertenecemos.
Miraré lo que me dices de los comentarios. S. González se ha cambiado a WordPress…
Amanda: ese es el truco, la «mentira» del zoom de Banyai: nunca somos parte de un sello, …excepto en las imágenes.
¡Buenísima entrada, claro que sí!
Buenísimo el zoom, nuestra realidad es fractal pero nuestro cerebro no tiene esa configuración para interpretar la realidad. Ante imágenes como éstas, que hipnotizan, queda al descubierto que el engaño puede ser cierto, o que lo dado por cierto es engañoso. Siembra la duda, que es subversiva por naturaleza.
Hay una cita en 1Co 15, 28, al hilo de estas imágenes alteradas, que dice así: «A fin de que Dios sea todo en todos»
Nada, «anónima», no encuentro la cita en Corintios.
¿Puede estar mal referenciada?
Entiendo que hablas de certezas y engaños en el ámbito de lo físico ¿no? porque en el del espíritu no se puede sostener lo mismo.
Jose Luis, te lo facilito:
http://bibliaparalela.com/1_corinthians/15-28.htm
Al Espíritu de la verdad se accede eliminando el engaño, también es pura gracia ¡desde luego!
Muchas gracias, «anónima».