Pero así son las cosas. Uno, tras dos mil años de historia de la Iglesia, tras la Edad Media, tras una edad Moderna en la que la infancia no existe, tras la industrialización que la inventa y la explota, tras los mamporros que me dieron a mí los hermanos corazonistas -que ni por asomo se me hubiera ocurrido denunciar-, tras Las Cenizas de Ángela…, uno se despierta una mañana rodeado de curas abusones. A partir de una determinada referencia, en el medioambiente simbólico se fabrica y se instala una imagen que produce en la opinión pública una percepción en vez de una información. Es, una vez más, algo emocional y no algo racional. La percepción viene dada por la presencia mediática magnificada de interpretaciones, sospechas, titulares, palabras clave, y la ausencia o minimización de los hechos, de los desmentidos o de las aclaraciones. En la agenda setting de los periodistas se instala durante un tiempo cualquier referencia por pequeña que sea alrededor del evento mediático, es decir, se alimenta la hoguera echando cualquier leña. Aunque sea una cerilla, todo vale.
¿Cuál es la percepción en el caso de los abusos?: los curas –en la elección de la denominación ya hay un componente despectivo- católicos son en general, unos pederastas y maltratadores impenitentes a causa sobre todo del celibato trasnochado a que les obliga una Iglesia oscurantista que se ha dedicado sistemáticamente a ocultar estos hechos. Se proyecta y alimenta la imagen de la Iglesia como un sombrío y tenebroso macrorfanato victoriano con inmensas mazmorras llenas de víctimas inocentes.
¿Cuáles son los hechos? En lo que yo he podido entender tras varias horas de trabajo de búsqueda y lectura en la Red serían estos: (Lo siento, sí, hay que leer).
- En Irlanda, país abrumadoramente católico, en el que las instituciones educativas y reformadoras han recaído durante los últimos siglos en los hombros de la Iglesia, se pone en marcha una investigación con la publicación de un Informe en la que quedan de manifiesto una serie de abusos por parte de un número limitado de sacerdotes y religiosos sobre un número limitado de púberes de ambos sexos en los últimos cien años, como consecuencia de un sistema educativo institucionalizado anclado en el presupuesto básico de que la letra con sangre entra. Dentro de esos abusos, los hay de carácter sexual en un número aún más limitado. Las denuncias que a lo largo de un periodo muy largo de tiempo se han producido han sido desoídas y silenciadas no sólo por la Jerarquía eclesiástica, sino también por el Gobierno irlandés del que, por cierto, nadie dice nada. La iglesia reacciona ante el informe abriendo las ventanas para que entre el aire, afrontando el diálogo con las víctimas y atendiendo las indemnizaciones, colaborando con la justicia civil y con el Papa pidiendo perdón públicamente en un alarde de sinceridad y buenas intenciones que no tiene en cuenta para nada el efecto mediático porque al Papa le importa más la verdad y la justicia que el efecto mediático a la hora de actuar, gestualidad significativamente escasa entre los líderes de mundo.
- Al calor de esta hoguera, se empiezan a lanzar cerillas provenientes de otros países europeos (Holanda, Alemania…) y americanos, que por su limitado tamaño y número dan idea de hasta qué punto los casos son escasos, puntuales y muy poco significativos, es decir no serían en absoluto noticia si no fuera porque la prensa ha establecido su agenda y abierto la veda. El número de sacerdotes implicados en problemas de abusos y/o pederastia es mínimo con respecto al total: dos o trescientos sobre cuatrocientos mil en todo el mundo. El plazo de tiempo al que se refieren estos casos puntuales no es el del último año, sino los últimos ochenta. El número de abusos sexuales cometidos por célibes religiosos o no en todo el mundo es irrelevante comparado con el de casos producidos dentro del seno familiar por los propios padres no célibes por lo que no parece que el celibato sea en absoluto el problema.
- Hay cerillas que alimentan la hoguera inquisitorial, pero hay también algún jugoso tronco como el caso del fundador de los Legionarios de Cristo, institución pastoral y educativa muy respetable, pero cuyo fundador –sacerdote- engañó, abusó sexualmente, se amancebó… en fin: un auténtico desastre del que se pueden exponer suculentas fotografías al lado de Juan Pablo II. Un desastre personal cuya imagen contamina no sólo a los –seguro- estupendos miembros de su institución, sino, de nuevo, a toda la Iglesia.
- No o creo que haya habido otra institución como la Iglesia Católica que haya mantenido con tanta constancia desde hace siglos una postura más clara, contraria y vigilante ante estas desviaciones. No se puede decir lo mismo de ciertos sectores progresistas, que ahora se rasgan las vestiduras con los curas, y que desde la llamada revolución sexual de los años sesenta, han postulado que todo el monte es orégano y que las relaciones sexuales de todo tipo incluso con niños ¿por qué no?
- Los abusos sexuales nunca son un tema fácil de abordar jurídicamente ni por la justicia civil ni por la eclesiástica porque, como en otros muchos temas en los que está en juego la intimidad se tienen que coger con pinzas y no con tenazas.
Y, finalmente el hecho, para mí, más grave:
- La inmensa injusticia que supone el poner en cuestión la ingente, generosa y espléndida tarea educativa, asistencial y misionera, de miles de religiosos y sacerdotes y de millones de católicos laicos en todo el mundo -sin la que el mundo no podría funcionar como funciona- por la actuación insignificante (en número y en significado) de unos pocos.
«…pero si quieren informarse, trabajen…»
Y el que no quiera trabajar, que ponga en cuestión la escasa información que recibe. la fé deberia servir sólo para el más allá.
Cuesta pero vale la pena. Sí he abierto y leído los links del post de anteayer “el abuso de los abusos”. Si se quiere hablar con “más” elementos de juicio sobre la campaña en marcha contra la Iglesia Católica, es necesario “trabajar” la opinión. Y ésta empieza con la información, que debe ser si no exhaustiva al menos no famélica. Los artículos que facilitas dan sobrada cuenta de otro punto de vista de la realidad y de su análisis. No hace falta ser católico, apostólico, romano, ni tener siquiera fe en Dios, para que la ética obligue a buscar más y otros elementos de juicio que ayuden a una valoración del fenómeno denunciado, algo más justa con la propia inteligencia que la de conformarse con “opinar” tal y como quieren los factores de titulares (de millones de titulares) que se “opine”. Es decir: sin opinión personal alguna sino como meros loritos o cotorras. Que hablemos como tales, no como personas, es el objetivo del “enemigo”. En nosotros está la respuesta. Ya nos dice Pepe, que informarse cuesta, que hay que trabajar. Lo mismo que para ser personas de verdad.
En cuanto al fondo de la campaña: sin restarle un ápice de gravedad a los hechos delictivos cuando así se hayan producido (nadie en la Iglesia se la quita), podrá servir de ayuda para “humanizar” la controversia, la sentencia agustiniana que nos apercibe de que “La caridad perfecciona a la justicia”. Porque es verdad y así lo dice la experiencia secular, que el derecho positivo y toda forma de derecho se agota antes de que lo hagan los recursos de la naturaleza humana. Entre ellos se encuentra el del amor.
“Perdonar a los enemigos”, en contra de lo que funciona como idea postmoderna, no es un acto hipócrita que hagan los cristianos para “sentirse mejor”, es decir, movidos por el egoísmo, sino un acto de perfección (ejemplificado por Cristo) que cumplimos, a veces con notable dificultad, porque nos fue mandado para el bien de todos los hombres. Y cierto es que cuando, ayudados por Dios, se consigue perdonar lo que la sociedad, por sí sola, de ningún modo perdonaría, te sientes partícipe del Amor de Dios para con los hombres. Entiendes algo mejor las cosas. Entiendes mejor las vehementes palabras de Tomás Moro a Enrique VIII: “¡Pecad! ¡Pecad fuerte para que se manifieste la misericordia de Dios!”
Aquí, el amor viene a operar como lo hace la música: con misterio pero con la indubitable sensación (y razón) de que en donde el derecho termina, empieza la caridad, esa especie de “hiperderecho” que está al alcance de nuestra naturaleza humana …. pero no de nuestros ordenamientos legales, siempre indefectiblemente insuficientes. Qué duda cabe que la realidad real, la cantidad, el número, el juicio, de los abusos y de los usos abusivos de los abusos no figuran dentro de las estadísticas que se están manejando (aunque sean éstas de todo punto un instrumento necesario para el análisis). Cuántos millones, billones, trillones de actos abusivos, de “molestamientos” sexuales, no habrán sucedido y seguirán sucediendo en el acontecer de la humanidad, que han sido y seguirán siendo felizmente perdonados ….. mediante el amor.