Parece que hay una base científica para explicar las estrategias de manipulación masiva. Aquella máxima goebeliana de que una verdad es una mentira repetida muchas veces tiene su base en la amígdala cerebral, «un pequeño grupo de neuronas situado en el centro del cerebro que regula las emociones y que es clave en las relaciones sociales», que cuando el sujeto se ve presionado socialmente, envía una respuesta al hipocampo para que elimine nuestras convicciones y rebajar así la tensión producida entre la realidad que percibimos y la “verdad” impuesta socialmente. El estudio se refiere en realidad a la memoria que puede ser moldeada hasta el punto de hacernos recordar hechos falsos por la presión de lo que opina la mayoría, es decir, «no recordamos los hechos tal como ocurrieron sino tal como explicamos que ocurrieron, o como nos explican que ocurrieron» pero es de suponer que el mecanismo es el mismo para todo lo demás. Somos así de frágiles. Pero lo más curioso del estudio es que aun cuando los sujetos son informados de que han sido engañados, sólo un 59% recupera su opinión inicial, con un «ya me parecía a mí», pero el otro 41% « ya no creían lo que era cierto, y que ellos mismos habían creído inicialmente, sino lo que les había sido inculcado por opiniones ajenas, y que en realidad era falso».
Imaginemos lo que nos sucede a todos en la marabunta informativo-mediática del medioambiente simbólico.
No sé, no sé. He leído el artículo en La Vanguardia y algo me falla.
Yo estaba tan feliz con la idea que tenía de la amígdala de que se trata y ahora tendría que ponerla en cuestión de ser cierto lo leído.
La amígdala cerebral tiene la función de «filtrar» nuestras percepciones primeras o primera impresión de las cosas, «decidiendo» qué emociones pueden lleguar al cerebro para ser ahí procesadas, y cuales no pueden hacerlo; en tal caso las bloquea y nos defiende. Actúa como un gestor de nuestra percepción emocional. Pero nunca había leído nada, acerca de su participación en procesos superiores del intelecto, ni menos aún en la onformación de la memoria.
En cuanto a la posibilidad de recordar hechos falsos, no lo atribuyo tanto a la tecnología como a la capacidad de la mente para borrar de la memoria lo que nos agrede (o irrita) y crear lo que nos complace (o tranquiliza).
José Luis.
¿Y hay algo más agresivo o irritante que la melancolía de estar continuamente a contracorriente del pensamiento único? ¡Pobre amígdala…!
¡Nada! ¡Nada debe haber peor que lo que citas! ¡¡¡Qué horror!!!
José Luis