Dice Ramonet (Cómo nos venden la moto, Icaria, 1995 )que ha cambiado la idea misma de información. Antes era describir de modo preciso lo que sucede y conseguir contextualizarlo para hacer llegar al ciudadano su significación profunda.

Ahora, por influencia de la televisión, informar es «hacernos asistir en directo al acontecimiento». Sobran intermediaciones, sobran periodistas, sobran explicaciones. Somos testigos de lo que pasa y basta.

La sensación de que el ver las cosas que pasan nos hace testigos de la actualidad y de que no necesitamos intermediarios que nos la expliquen es tremendamente engañosa no sólo porque nos impide acceder de verdad a la auténtica información, sino porque ―y esto es lo peor― nos deja enormemente satisfechos creyendo que estamos mejor informados que nunca.

La información es, precisamente y sobre todo, una explicación de la realidad. Por eso es necesario por encima de la tecnología la intervención de profesionales que actúen con rigor, valentía y responsabilidad, que «intenten buscar la verdad con diligencia e informar de ella.» como decía Edgar Murrow en la extraordinaria “Buenas Noches y Buena Suerte” de G. Clooney. Ver lo que sucede, incluso protagonizarlo, no es suficiente. Es imprescindible su contextualización temporal y espacial, su relación concatenada con hechos anteriores, su comprensión, en definitiva, para que podamos dotarlo de sentido.

Por otra parte, nosotros los telepolitas, como denomina Javier Echeverría a los habitantes de esta nueva Telépolis global en la que vivimos, debemos rebelarnos y aprender que informarse no es fácil, no depende exclusivamente de apretar el botón del mando a distancia sino que exige esfuerzo. No podemos conformarnos con la televisión como único medio de comprensión de la realidad. Debemos buscar alternativas: el estudio, la lectura, la prensa, la radio, la formación humanística… La importancia de las humanidades reside precisamente en que, si bien no nos solucionan problemas técnicos ni producen mejoras inmediatas en nuestro bienestar material, son imprescindibles para dar sentido a la realidad y poder dar respuestas éticas y verdaderamente humanas a lo que sucede.