Una de las características de las sociedades mediáticas es la de propiciar la creación de grandes estados de opinión. Bloques monolíticos de verdades sostenidas con el marchamo del número que deforman la pluralidad de la sociedad real y producen en los ciudadanos que las habitan parálisis, pasividad y entreguismo. El acuerdo de la inmensa mayoría puede ser ―a menudo lo es―, paradójicamente, una de las características más profundamente antidemocráticas de las sociedades mediáticas en las que nos ha tocado vivir.
Como dice J.M. Ruiz Soroa en un artículo muy recomendable aunque sólo sea porque va contracorriente, «cuando la inmensa mayoría está de acuerdo en algo es cuando más imprescindibles son los límites del Estado de Derecho» porque es entonces cuando comienzan a peligrar los derechos de las ínfimas minorías. Se refiere en su artículo al para él ―y para mí― escandaloso tema del estado de alarma aprobado y prorrogado por el Gobierno para controlar a los controladores. Lo que más le extraña es que el estado de alarma no provoque en la ciudadanía alarma alguna y que la mayoría asuma sin reacción la aplicación de una norma extraordinaria y muy peligrosa no sólo para los derechos de los ciudadanos minoritarios a los que se aplica, sino para los de toda la mayoría que apoya su aplicación.

Y es que la magnitud del desastre provocado por los controladores ha hecho a todos los medios unánimes en su condena y ciegos y sordos en el análisis de la aplicación del remedio impuesto por el gobierno. Y, una vez más, la unanimidad mediática es, finalmente unanimidad del rebaño social.

La degeneración de nuestra democracia― dice Ruiz Soroa­― no vendrá por el lado de la fuerza y la imposición dictatorial, sino por el «populismo difuso», por la ambigüedad, por la atonía, por la pasividad ante estados de opinión  basados en la sentimentalidad y la irracionalidad. Por el avance imparable de estados de opinión que tengan más fuerza que la fuerza de la realidad misma.

Sigan los medios, pero no dejen de pensar por sí mismos o acabarán sin pensar en absoluto.