
He aquí la mirada y el corazón de tres generaciones de una misma familia en torno al resplandor de la pantalla. La expresión de cada rostro no tiene desperdicio. Alegría y emoción se mezclan con diferente intensidad: el rostro de la abuela es la emoción extrema de lo mucho vivido; el del nieto más pequeño, precisamente por su juventud aún incapaz de calibrar el sentido y el sentir profundo de las cosas, es el más distante. En los demás domina la alegría de ser espectadores de lo que ven y protagonistas de lo que viven.
Ocho mil kilómetros más allá, otra pantalla congrega a una familia parecida con parecidas emociones y rostros.
Una pantalla, un ordenador, un software… han unido durante unos minutos dos realidades humanas separadas por el espacio y el tiempo. Es en este caso una tecnología interactiva tremendamente viva.



¡Y tanto que sí!…
No es tan viva como la vida pero te hacer vivir lo necesario para sentir que tus seres queridos siguen vivos y tú con ellos.
Por cierto, Skype y el videochat de Gmail son los que mejor me han funcionado hasta el momento.
La foto, estupendísima.
Pues sí, muy interesante la foto. Creo que, en estos casos familiares, la tecnología y la globalización están siendo altamente positivos. Y no lo digo por mí, pero sí por mi marido, que a veces acerca puentes con los suyos así…
Un abrazo y feliz vuelta.
Sabía que te ibas a poner rápidamente en su piel, José Luis.
Efectivamente, Negre. Una maravilla.