Con su juego de ambigüedad lingüística e icónica, esta imagen de hoy va en la dirección exactamente contraria a la que señalaba la del post anterior. Me la manda mi hijo Juan ―gracias majo­― que conoce mis aficiones.

Los beneficios de las redes sociales, de los blogs, de Internet… son infinitos, pero, amigos, si la distracción fuera una planta, el mundo occidental y tecnológico sería un inmenso jardín botánico.

¿O no?