Veinte chicas en la pecera de cristal de mi sala de estar. Veinte peces a los que van convirtiendo en pescado semana tras semana sacándolas del brillo del glamur a ver quién queda reina de la pecera. Veinte perchas que se miran durante veinticuatro horas al espejo y que son el espejo en el que se miran mis alumnas de cuarto, soñando que son ellas que sueñan con ser otras. Veinte cuerpos.
¿Y el alma? El alma no se ve y no levanta audiencias. No es muy televisiva. El alma hay que dejarla fuera del estudio para cuando te echan del reallity y es la vida real la que te espera.
Mejor que no la toquen. Lo malo es que sin alma las personas son sólo personajes. Y es triste ver veinte seres humanos convertidos en máscaras que actúan, dan saltitos, lloriquean y parece que sufren. Es triste y es absurdo. Es como si en la pecera de plasma de mi sala de estar alguien hubiera escrito “tonto el que lo vea”, aquella tautología infantil de la que no podías escapar si no era evitando mirarla. Yo apago y haga usted lo que quiera.
Y ya sabe: use la televisión, no la consuma, o será consumido por ella.




» ….. soñando que son ellas que sueñan con ser otras …..» me suena a espléndido verso de pedazo de canción de Serrat ¡como poco!
Porqué será que la tristeza despierta más y mejor nuestra expresión lírica de la realidad. Estupenda entrada.
¿Pero este concurso que dices existe de verdad?
Qué país…
Me cuesta que los humanos seamos tan torpes y lleguemos a sustituir la diversión de «representar» por el placer de vivir la auténtica aventura de «ser»…¡¡lo que nos perdemos en el camino!!
Por poder, podemos llegar a ser torpísimos y hasta podemos tirar nuestras vidas por la borda sin siquiera haber comenzado la aventura de «ser» nosotros mismos. Un autor (que no quiero citar) dejó escrito que «El corazón del hombre es tan miserable que cuando no tiene una pena se la inventa» Se refería a la comodidad de vivir la vida en un «pobre de mí» quejoso y necesitado de permanente consuelo ….. que es lo que está en el fondo de ese «representar» del que nos hablas, Pilar. Creo.
¡Ah, Negre!Existe la tele, sus secuelas, sus víctimas colaterales y sus juguetes rotos. Por eso es importante mantener a todas las «Niñas Pequeñas» a salvo del revolcón de imágenes de la ola de las pantallas, no sea que se ahoguen.
Vivir viendo como otros viven: la plaga de la generación del plasma, Pilar y José Luis, la paradoja de renunciar a lo mejor… por un plato de lentejas.