Con el título «Sexo: la mala educación», Évole ha abordado en su Salvados el tema del sexo entre los jóvenes.
Se trata de telerrealidad, de docudrama, de casting previo; son cámaras, micros, focos, maquillaje…; es rodaje, selección, edición y montaje…, es, en definitiva, producto audiovisual y no la vida misma, pero a mí me ha sido francamente útil porque ha puesto en el foco la mala educación sexual.. y tecnológica.
No solo la que esa micromuestra sociológica de chavales ha recibido en su casa y en las aulas, sino, sobre todo la que han recibido y reciben del entorno mediático, de la ficción, de las redes, de la pornografía, del medioambiente simbólico hipersexualizado con un sexo reduccionista y vacío transportado, difundido y amplificado por la tecnología.
Évole quizá haga trampas con el casting previo con una selección de jóvenes anónimos, de una anónimo barrio, de una anónima ciudad, pretendiendo, precisamente por esa imprecisión del anonimato intemporal y deslocalizado, que podrían representar muy bien a cualquier joven español de su sexo y edad. La telerrealidad crea realidades. Los jóvenes no son así. Sin embargo, suena el río porque lleva agua: haberlos haylos.
En cualquier caso, nos interesan y mucho algunas de las afirmaciones de estos jóvenes en relación con el cibersexo: una en relación con el consumo de pornografía y otra en relación al uso de Instagram.
Respecto del porno véase esta muestra:
Pavoroso el relato de sus humillantes e incluso violentas experiencias «normalizadas» y profundamente machistas que ellas mismas achacan a la pornografía que consumen los chicos. El consumo generalizado desde edades muy tempranas -desde la compra del primer smartphone– ha convertido al ciberporno en la primera escuela de esa «mala educación» sexual generalizada entre la indiferencia y el silencio de padres, educadores e incluso, paradójicamente, del feminismo militante que, con el complejo de no caer en ningún tipo de moralismo, evita afrontar esta auténtica plaga que conlleva las barbaridades y frustraciones que se ponen de manifiesto en el corte del vídeo anterior. Aparte de los problemas de adicción que provoca entre los adolescentes, ellos aprenden allí que todo consiste en la sumisión de las mujeres ante cualquier capricho del varón, y, lo que es peor, ellas asumen que efectivamente ese es exactamente su papel. Estremecedora esa resignación en la respuesta al «¿Y qué hacéis?» del presentador tras el relato de las vejaciones que cuentan las chicas experimentar en el día a día de su actividad sexual: «(Silencio) En ese momento, callar, no sé. Sentirme como un objeto… como una mierda y callarme. No sé. Como que lo he normalizado. Es que tienes miedo en decirle… Es que ya es tan normal que es como que te tiene que gustar…«.
Sobre Instagram, este otro corte que no tiene desperdicio: (perdón por la publicidad, me viene impuesta)
«Somos esclavos de las redes sociales» «Es un escaparate para venderte».»No somos nosotros en Instagram«, termina el corte. Pero dice más cosas: «El Instagram nada más está hecho para exponerse y venderse como un producto» «Está para eso: porque postureas…» Y el titubeante, entrecortado y contradictorio discurso feminista de que «la mujer pueda mostrarse sexualizada, pero de una forma empoderada: yo puedo mostrar mi culo, mis tetas, lo que sea siempre y cuando sea yo, o sea …¿me entiendes lo que quiero decir?… Sí, también es para que lo vea la gente, mostrarte así… y eso es compatible con tener un discurso más… feminista… Sí ya sé que contradicciones hay muchas, pero… socialmente lo intentas llevar como bien puedes.. no sé...» Y finalmente el más rotundo: «Es una mierda. A mí me ha hecho daño. Sé que no quiero que sea así; yo me doy cuenta, pero …lo hago»… Realmente patético, en sus dos acepciones que en este caso se dan juntas: el de la compasión ante la manifestación de sentimientos de dolor, de tristeza, de melancolía; y también el de la vergüenza ajena que provoca ser testigo de algo grotesco.
El programa de Évole no lo han visto los adolescentes. Lo sé porque me muevo entre colegios y llevo unas semanas preguntándoselo a unos cuantos centenares de ellos. No saben ni quién es el tal Évole. Lo han visto los adultos, en prime time. Y nadie se ha escandalizado por eso. Seguramente los móviles se van a seguir comprando a los chavales como regalo estrella en Navidad o en la Primera Comunión. Irreflexivamente. Tecnoestúpidamente. Independientemente de su toxicidad.
Usa la tecnología, no la consumas o serás consumido por ella.
Es impresionante ver la realidad que están viviendo nuestros hijos. Gracias Pepe por intentar abrir los ojos de mucha gente antes de que seamos consumidos totalmente.
Hay que hablar. Sacar del silencio cómplice esa plaga cibernética que se está enriqueciendo a base de empobrecer a los púberes, a los adolescentes y a los no tan adolescentes.
Estoy absolutamente de acuerdo contigo Pepe. Un dato: Según el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), se han incrementado las denuncias por malos tratos de los menores de edad. Además las denuncias provienen cada vez de niñas más jóvenes, incluso hasta 13 años.
Lo que parece claro es que la mirada de la sociedad se ha hipersexualizado y se acaban normalizando mensajes que pierden a los jóvenes y les hacen entrar en contradicciones, quebrantando y empobreciendo la mirada que tienen de sí mismos y de los demás. Y todo ello acompañado por el aumento de las fragilidades de este siglo: fobias sociales, anorexia, bulimia, depresión, etc.
Mil gracias por tu interesante reflexión.
Así es, Ana. Los datos no hacen más que reflejar pálidamente una realidad mucho más dura que las cifras que los expresan.