La bloguera Ester Madroñero ha redactado para la Red un Manifiesto por el Libro de Papel.
No soy de los que piensan que el soporte papel para el libro esté puesto en riesgo por el soporte digital. Creo más bien que coexistirán ambos y que el uno cubrirá parcelas a las que el otro no llega y viceversa.
Mi opinión es que ambos soportes son muy diferentes, no sirven para lo mismo, cubren espacios distintos de uso, el lector busca en ellos distintas utilidades y encuentra en cada uno diferente gratificación.
El libro digital por su mejor almacenamiento, movilidad, luminosidad, accesibilidad; su inmediatez; su carácter volátil, inmaterial, anónimo…, será más práctico para determinadas situaciones: principalmente viajes, consultas rápidas, búsqueda de datos, lectura en tramos breves de tiempo e información, lecturas nocturnas o con poca luz… Mientras que el libro de papel por su consistencia física, individualizada, su carácter de objeto concreto, el acceso a la manipulación (anotaciones, subrayados)… su tacto, su formato, su unicidad favorable a la concentración, la ausencia de distracciones y estímulos ajenos a la palabra, su estructura dirigida a comunicar grandes unidades de información, incluso la existencia de un proceso de selección y adquisición lento que establece ya de inicio una relación individualizada con el lector…, será siempre afectivamente más cálido y cercano y, sobre todo, siempre será intelectualmente insustituible y necesario.
El problema, pues, no es el soporte, sino creer que cualquier soporte vale para lo mismo y que, por lo tanto, podemos abandonar el uso del papel para sustituirlo por el de la pantalla. Así es como se está creando un lector incapaz de soportar unidades que sobrepasen la medida de un post, o las 120 palabras de un tweet. Un lector que surfea y clickea yendo de aquí para allá sin quedarse en ninguna parte. Un nuevo tipo de lector que no lee, pero que cree hacerlo cuando se asoma diariamente a las pantallas. Y lo que está en riesgo en esta confusión de lo práctico por lo necesario, no es el soporte papel, sino el ejercicio intelectual de la lectura misma.
Como siempre, aquellos que logren adquirir una buena capacidad lectora, lo harán en cualquier soporte que se les presente y son los que mayor rendimiento sacarán del papel y de la pantalla. Los demás, creerán leer, pero, en realidad, serán no lectores, sino consumidores de palabras.
Como siempre, una estupenda entrada. Yo sí tengo miedo a esta coexistencia del libro digital y el del papel, tal vez porque mis libros son mis amigos y me gusta su olor, su tacto, sus colores y su textura.
Un saludo.
Desde luego que sí: es «estupenda» y clara como el agua de un manantial pirenaico. No creo que falte en ella ninguna cnsideración para poder «entender» el proceso de una vez por todas. Es verdad -y hablo de mí- que en los dos últimos años he visto cómo mi capacidad de concentración en la lectura-papel ha ido descendiendo, al tiempo que lo ha hecho también el tiempo de mis sesiones de lectura. Hoy, pasar de diez páginas seguidas de cualquier libro, me plantea una dificultad insuperable. Aclaro que yo soy de lectura lenta y no me dejo nada. Sé leer sin leer, pasando la vista por encima de lo que no me parece nuclear y detenerme al llegar a los núcleos, pero….. no me gusta leer así. Es como escuchar música, dándole al «fast foward» para saltarme, por ejemplo, los estribillos de las canciones o las partes que menos me gustan: me parece absurdo. La literatura, la música, son unidades de creación y pierden sentido, creo, si se las fracciona.
Finalmente: la lectura de tu entrada, Pepe, me ha hecho vislumbrar una solución a mis limitaciones de lectura ya dichas, bastante plausible. Si quiero leer (y quiero) los libros que tengo atascados, lo que debo hacer es no enchufar el ordenata. Como mucho el correo por cuestiones familiares, y tu blog y el de Negre, pero nada de leer artículos digitales sin medida, cada día.
Un abrazo
José Luis
En el peor de los casos, Negre, puede llegar a ser un lujo el poder abrazar el papel con los dedos, pero el poderío del libro es tal que no lo veo en riesgo. Y en todo caso, aprovechemos ahora y leamos.
El ejemplo de la música, muy tuyo. Y muy bueno, José Luis.
Como somos animales de costumbres, si queremos mantener la lectura, hay que buscarle un tiempo que la convierta en necesidad. No es mala idea robárselo a la pantalla, aunque le importe porque es voraz y lo querría todo para sí.
A mí el libro digital me ha dado acceso a textos que no había podido conseguir en mi medio. Los libros aquí son muy caros y muchos no llegan -sobre todo aquellos escritos en inglés, que prefiero leer en el idioma original.
No voy a negar que prefiero un libro clásico, que pueda tocar y oler, pero frente a una edición digital o no tener el libro, la opción es clara, ¿no?
Está claro, Ana Laura: en esa disyuntiva, por supuesto, leer.
Has descrito una entre muchas de las utilidades del libro digital.
Un abrazo.