Aprendí en la universidad, y he experimentado después muchas veces en mi vida personal, que nuestra percepción está determinada por nuestro lenguaje de manera que si miro un grupo de árboles y no conozco el nombre de los árboles que miro, mi mirada sólo verá un bosque y estará ciega para un grupo de cedros, de  hayas, de álamos o de cipreses…
Es así, pues, que la mirada no capta la realidad, sino que la conforma. No vemos la realidad, sino que la creamos al mirarla. Todos podemos ser capaces de mirar, pero no todos veremos lo mismo. Nuestro bagaje cultural, nuestra educación, nuestro carácter, nuestra circunstancia, son un cristal que modifica nuestra mirada haciendo que veamos la misma realidad de muy diversos modos.

«En este mundo traidor

nada es verdad ni es mentira

todo es según el color

del cristal con que se mira»
Los cristales de nuestras gafas invisibles están coloreados de nuestra ideología, de nuestra cultura, de nuestro pasado, de nuestra fe, de nuestros sentimientos…

Pero, aparte de nuestra subjetividad, siempre hay gente dispuesta a pensar por nosotros e imponernos sus gafas para contemplar la realidad desde su punto de vista. Hoy más que nunca, cómo no, todos llevamos  las gafas coloreadas de los intermediarios mediáticos que nos sirven la realidad que no podemos ver porque no alcanzamos a mirarla. Hoy nuestro cristal tiene forma de pantalla líquida y cristales del callejón del gato.