La forma más corriente de silencio mediático es el ruido que a menudo es tan grande que se vuelve ensordecedor y acabas por no oír nada. Frecuentemente, las imágenes son tantas que la luz te ciega y el entendimiento se oscurece. Es lo que David Torres describía el otro día en su columna de EL Mundo: «lo que llamamos realidad, en términos periodístico, suele estar compuesto no tanto por átomos sino por pomposos mordiscos de hombre propinados en el lomo de un perro», es decir: puro espectáculo banal lleno de imágenes y vacío de información, de contenido y de análisis; un conglomerado de noticias que «no deberían sobrepasar los tres renglones del perro muerde perro». Y añadía: «sin embargo, la cruda realidad, el hombre que muerde al hombre, no interesa a nadie. Orlando Zapata muere en huelga de hambre y no se entera ni el tato. Un disidente cubano muriéndose de hambre, eso sí que es un chiste.»
Pero más a menudo es el silencio lo que de verdad ensordece la realidad. En ocasiones es un silencio sectario. La ideología hace que el que mira sólo vea lo que quiere ver y por eso acaba contando con enorme convicción una realidad parcial en la que unas imágenes te gritan y otras son un fundido en negro. Es lo que Arcadi Espada en su columna del mismo diario y del mismo día nos contaba acerca de su infructuoso viaje por el universo digital para rastrear en la Red en la que supuestamente está TODO, el precedente de la muerte en 1972 en la cárcel cubana de Castillo del Príncipe, después de una larga huelga de hambre de otro disidente Pedro Luis Boitel: «empecé por los periódicos. Nada en el Times. Nada en España. Nada en Google News Archives. Nada […] Nadie supo en el mundo que Boitel había muerto. La situación llega fácil y suavemente hasta nuestros días. […] Ahí está la burocrática cobertura de agencias que el Times está dedicando a la muerte del Albañil Zapata.»
Otras veces, el silencio es el silenciador de las alfombras del poder que el periodista comparte con el político y los hombres mediáticos. Ya saben que unos y otros jamás se ensucian las suelas pisando la calle, sólo pisan moqueta. Es un silencio que anestesia en la prensa su capacidad de intermediación bien porque es imposible hablar con la boca llena de los canapés servidos por los gabinetes de comunicación, bien porque la erótica del poder abotarga los sentidos del olfato y el oído e inutiliza la lengua, la pluma o las cámaras.
Muy cercano a este último está el silencio del off the record que permite al periodista presumir en los medios de lo que sabe, pero no te cuenta o de lo que te cuenta sin saberlo. El off the record, necesario para la supervivencia del periodista en el entorno del poder, se convierte las más de las veces en complicidad de amiguetes en la que el reportero-comentarista-tertuliano acaba olvidando exactamente para quién trabaja.
En este mundo supuestamente hiperinformado, hiperventilado, lleno de imágenes que todo nos lo muestran, vivimos en directo una realidad no solamente deformada, sino, sobre todo, parcial y censurada por sombras de silencio.
Usen las pantallas, pero no las consuman o serán consumidos por ellas.
“En este mundo supuestamente hiperinformado, hiperventilado, lleno de imágenes que todo nos lo muestran, vivimos en directo una realidad no solamente deformada, sino, sobre todo, parcial y censurada por sombras de silencio”.
Así termina esta entrega de “Las sombras del silencio”. Encierra este último párrafo todo lo que nos ha dicho y, tal vez, todo lo que nos pueda decir al respecto en nuevos escritos. No lo digo para que se los ahorre al lector ¡al contrario! Los datos son necesarios, y la ejemplificación conviene para la transmisión eficaz de las ideas. Sólo digo que en el párrafo traído están encerradas, diría yo que definitivamente, todas las causas (que son una sola) del desastre de la “información” tal como la sufrimos: la parcialidad mentirosa.
No la parcialidad que casi pide excusas por serlo, sino la parcialidad que se esfuerza en serlo. Ésta es la que deforma y censura nuestra naturaleza, ésta la que nos impide ejercer de ciudadanos libres. ¿Educación para la ciudadanía, eh? ¡Cómo necesitan tapar sus manipulaciones, sus mentiras, sus secuestros, sus extorsiones de la verdad, quienes las realizan en primera instancia! Si al Gobierno le interesara de verdad la educación ciudadana, empezaría por no transformar a la información en sus batallones de conquista y mantenimiento del poder, de destrucción del “enemigo”. Mentir, mentir y mentir. Con medias verdades, con silencios, con censuras, con adoctrinación, con rencor, con absoluto desprecio por la verdad.
Si a Napoleón le derrotó “el General Invierno”, a nosotros nos impide vencer “el General Mentira”. Siempre vi en el control de la información, el remedo militar de la conquista del poder. A lo largo de la Historia, el poder político se ha conquistado de diversas formas, casi todas violentas: muchas militares, otras sibilinas (incluyen éstas magnicidios, traiciones, complots, etc), con frecuencia por el pueblo liso y laso alzado en armas. Más hoy, en las sociedades “avanzadas” ya no hay que “matarse” para beneficiarse del poder: sólo hay que sembrar la división ….. ¡MINTIENDO! Para eso están los medios de comunicación de masas, ejércitos mercenarios, siempre dóciles a quien les echa de comer. Y quien dispone de todo el dinero del pueblo puede “dar de comer” más y mejor que nadie. PUEDE MENTIR Y HACER QUE SE MIENTA.
Mientras tanto nos quieren educar para ser ciudadanos …….