Es Linda Stone, quien después de observarlo en ella misma se dedicó a investigar si era algo que sólo le pasaba a ella o también lo sufrían los demás concluyendo que era algo generalizado. Cuando nos ponemos al ordenador no sólo le pedimos con creciente impaciencia mayor velocidad para ejecutar las órdenes, sino que el conjunto de actividades a la que nos obliga el correo y otras herramientas de Internet (distinguir, seleccionar, eliminar, contestar, guardar, …) produce una suspensión temporal de la respiración que tiene lugar mientras lo revisamos o las utilizamos. «Nos fuerzan a vivir en una especie de trastorno de hiperactividad y déficit de atención provocado», dice.
Según sus investigaciones, «en Estados Unidos, la mayoría de los que trabajan con ordenadores permanecen pocos minutos concentrados en una sola tarea. Si no son interrumpidos por otros, suelen hacerlo ellos mismos. Cada interrupción cuesta 25 minutos de productividad. Y cada uno de ellos pasa la tercera parte de su jornada recuperando el tiempo perdido. Como promedio, tienen ocho ventanas abiertas en la pantalla y saltan de una a otra cada 20 segundos». ¡Qué maravilla de aprovechamiento!