
Sin embargo, el consumo de información se ha asimilado al resto del consumismo ambiental en el que, en una feroz competencia por la audiencia, lo importante es vender, y las empresas periodísticas han evolucionado hacia un periodismo cada vez más partidista, más barato, más empobrecido respecto de la búsqueda de la verdad y más dedicado a la caza de la atención para poder vender publicidad. «Así como las empresas de alimentación se dieron cuenta de que, si querían vender muchas calorías baratas, deberían empaquetarlas con sal, grasa y azúcar –el tipo de cosas que la gente desea–, las empresas de medios de comunicación han aprendido que el refuerzo de las convicciones se vende mucho mejor que la información. ¿Quién quiere escuchar la verdad si puede escuchar que tiene razón?”, dice Johnson.
Por otra parte está Internet que no es un espacio abierto y transparente sino, como decía Parisier un conjunto infinito de burbujas individuales, de islas encerradas en sus propias convicciones. Millones de personas compartiendo y produciendo contenidos sin control, en el que cada usuario se hace su propio menú informativo y se rodea de amigos ideológicamente afines en las redes.
De este modo, ambos referentes informativos en vez de conducirnos al encuentro de la verdad y al intercambio enriquecedor de opiniones, contribuyen cada vez más a una polarización ideológica e individualista que nos impide compartir ninguna verdad común y en el que la mayor amenaza para la propia información es uno mismo.
Fuentes:



¡Qué peligro!
No, Amanda, comprender que el problema está precisamente en uno mismo, puede ser el principio de la solución ¿no crees?
Creo que Pepe te responde (nos responde) con acierto, Amanda.
Interesante segunda entrega de esta dieta informativa en la que Clay Johnson apunta una verdad incuestionable: «… el refuerzo de las convicciones se vende mucho mejor que la información. ¿Quién quiere escuchar la verdad si puede escuchar que tiene razón?».
Más la realidad es terca, o simplemente «es», y acaba imponiéndose por una vía u otra. La mentira, como la oscuridad, no tiene «entidad» propia y, del mimo modo que ésta se define como la ausencia de luz, aquella se define como ausencia de verdad.
Lo que debemos saber, además de que la información empaquetada con sal, grasa y azúcar… es más fácil de «colocar», es que la mercancía colocada acostumbra a ser mentira. Una cosa es consumir información para «reforzar nuestras convicciones» y otra, esa sí peligrosísima, es hacerlo sabiendo que compramos mentiras.
José Luis
Es posible que sea un problema el empaquetamiento consciente de la mentira en las empresas informativas, pero yo me inclino más por pensar que no hay conspiración consciente, sino perspectivas políticas distintas y, sobre todo,el mercantilismo denunciado por Johnson como resultado de lo que los propios consumidores demandamos.