Medios asombrosos al alcance de un clic, pero la cultura por un clic no es cultura de nada ni de nadie. Hemos confundido los medios de la cultura por la cultura misma, los instrumentos de la comunicación planetaria, herramientas formidables para conformar y reducir el pensamiento mediante la saturación de las facultades del sentir del ver y del pensar. Estamos ahí delante de ese vacío y no tardaremos en saber si no hemos sido ingenuos al afirmar que el medio es el mensaje; no tardaremos en saber si Internet, Facebook, o Meetic determinaban los mensajes, los contenidos y las vidas que se intercambiaban en ellos. No tardaremos en saber si una imagen dice alguna vez algo más que los comentarios que suscita. No tardaremos en saber si no será la misma superchería de siempre el anunciar que la democracia planetaria será resultado automático de la invención de la Red.
Los dramas lejanos agotan delante de la pantalla la compasión que no produciría la desdicha cotidiana de los vecinos, …una técnica del aislamiento y de la diversión que fabrica indiferencia tras el escaparate de la compasión y que vuelve a crear distancia bajo el discurso de la solidaridad, técnica del espectáculo que aleja a cada cual de su vida contemplando cómo viven los demás. Paradójicamente, conviven en ella las ONG, la solidaridad y la amable anestesia de los dramas lejanos y la proximidad de la fragmentación social que hace del aislamiento la patología urbana moderna; conviven la indignación por el espectáculo de lo intolerable y el culto al cuerpo, al bienestar y al espejo.
Utilizamos las herramientas emisoras —internet, televisión, móviles…— haciéndolas nuestras inconscientes de que están en realidad al servicio de fines de los que no sabemos nada.
La aparente comodidad de la información con un clic que sustituye el espacio público por un espacio privado en el que está todo el mundo y en el que debatir es inútil y ocioso entre otras cosas porque la ausencia de la verdad impide la existencia de un espacio común de comunicación, pero también porque la casi desaparición de la consulta de periódicos y medios de masas en beneficio de las fuentes de información elegidas en Internet por razones individuales, religiosas o activistas hace que se agudicen los extremismos y que los individuos se encierren en sus certidumbres.
P.S.: os recordamos, por última vez, que disponéis del extracto literal de la obra El Occidente Globalizado, aquí.
Casualmente, esta tarde, en la tertulia a la que estaba invitado en un colegio mayor de Concepción, he hablado del aislamiento personal que sufrimos en el primer mundo, en términos de patología social de la modernidad. Preguntaban con fruición las cosas más diversas referidas a España, claro. Pero no podían creerme (o no daban crédito) cuando les hablaba de los «avances» en ideología de género, como la nomenclatura «progenitor A y progenitor B», la ley del aborto (Chile es un país en el que el aborto no se contempla, sin más, -ni siquiera el aborto terapeútico-), la píldore del día después a menores sin necesidad de prescripción médica, la ley de memoria histórica,… y he visto ojos como platos. Perdón, me he ido de Juvin.
Qué cierto es que «la ausencia de verdad impide la existencia de un espacio común de comunicación». A partir de este punto, no parece tan grave que «los individuos se encierren en sus certidumbres», cuanto que no puedan ni siquiera comunicarlas. Sea por que no se tienen, sea porque se vea inúti airearlas, lo cierto es que las certidumbes personales no son aireadas y de nada hay que debatir (y enriquecerse) que no sea el pensamiento oficial, el «único» permitido y permisible, que ya sabemos cual es: el pensamiento de los corderos. Pero este no es pensamiento, propiamente pensando, sino mera supervivencia para cobardes y comodones.
José Luis.
Impecable comentario.
Y Qué interesante experiencia estás teniendo con el contraste entre estos dos medioambientes tan distintos. Creo que va a ser enormemente enriquecedor para todos tu viaje.