Juan Luis Saldaña fue El Maquinista de La General. Hoy es nada más y nada menos que Juan Luis Saldaña. Y, como escribe fenómeno, ha publicado esta perla que, con su permiso, hacemos nuestra.
«Lo acariciamos con el dedo delicadamente. Lo miramos con cariño y atención. Lo llevamos en la mano como a un gorrión recién caído del nido o como a una brújula que nos pudiera salvar la vida. Le hacemos más caso a él que a las personas que tenemos al lado. Lo utilizamos como excusa para escapar de situaciones embarazosas y nos sirve para olvidar que, a veces, estamos aburridos y que en alguna ocasión nos encontramos tremendamente solos. Si se nos queda viejo, nos avergonzamos porque envejece rápido y la gente se suele burlar de él. Lo sustituimos enseguida, pero sigue siendo el mismo, ese trozo de uno mismo que un día decidimos poner a la venta. Lo necesitamos, dependemos de él, si salimos de casa sin él, nos sentimos extraños. Hemos cambiado el verbo descansar por “desconectar”, pero lo cierto es que no nos desconectamos, así que descansamos poco. Usamos un “manos libres” para atarnos un poco más mientras conducimos, qué paradoja. Hacemos llamadas “perdidas” para encontrarnos más fácilmente. Si no nos responden, nos creemos con derecho a enfadarnos. ¿Para qué lo tienes si no lo coges? Nos lo venden con palabras positivas como «libertad», «comunicación», «conexión» y «personas», pero, en realidad, solo es una herramienta que hemos convertido en un fin. Hemos perdido la educación a la hora de utilizarlo, cuando suena, lo cogemos sin pedir disculpas, vamos hablando en el autobús en voz alta sobre vulgaridades que no le interesan a nadie como lo que tenemos que comprar o lo que vamos a hacer para comer. Patatas otra vez. Sí, pero con borraja. Te lo metes al microondas. Algunos van hablando por la calle con un cable que les permite no llevarlo en la mano y parecen locos que hablan solos. Deberíamos aprender a estar solos. Perdonen, ahora sigo escribiendo, tengo una llamada».
Para cuando cuelgues, gracias, Juan Luis.
Impresionante descripción. Deberiamos hacer un ejercicio voluntario para dejarlo. Si? Podemos?
Seguro que si.
Felicidades a los dos. Sabeis que soy una fan incondicional!
El ‘yo’, siempre el desolado ‘yo’, que mendiga quién o qué lo sostenga y lo engrandezca. Puede ser el teléfono, la cuenta con 100 amigos, la aprobación, el plebiscito del dictador o los ojos del amante que devuelven al amado su propio valor.
No hay mayor requerimiento que la posibilidad de que otro dé luz desde el exterior al rescoldo interior que tan penosamente avivamos y con un escaso resultado.
-Ring, ring…
-Aquí estoy yo, esperando un yo mejor.
Habrá un día en que todos los celulares serán táctiles y ése será un día tristísimo para mí que tengo las manos hechas a mi viejo Nokia holder, al que mis dedos saben usar sin siquiera mirarlo o en plena oscuridad.
Me encantan los móviles… pero tienen que ser viejos, fáciles, que no me pregunten nada o casi nada, con teclas, adaptados a la estructura de mi mente (que es analógica y tomista) y que sean pequeños, ligeros y de formas romas para no notarlos en el bolsillo de mi pantalón.
Adoro la sensación de saber que estoy localizable para quien me necesite, y viceversa, que mi móvil me procura. ¿Apagarlo? No, gracias.
José Luis
¡Hombre, Beatrice! Ha tenido que ser un móvil el que te haga reaparecer. !Bendito sea!
Por cierto: llámame.
¡Qué razón tienes, Susan! Siempre el yo. Y sin embargo, paradójicamente, la cultura posmoderna e hipertecnológica con esa adoración individualista del yo, ha creado una profunda crisis de identidad de millones de yoes que no saben quiénes son.
Sigue disfrutando de tu hermosa relación personal con tu N.H., José Luis. Nada como un usuario enamorado de su herramienta.
Y no lo apagues: su Compañía te lo agradecerá.
Estoy muy de acuerdo con el contenido del escrito de JL Saldaña. Gracias por compartirlo, Pepe. Necesitamos, todos, una reeducación para usar algunas nuevas tecnologías, entre ellas el teléfono. Pero también es precisa una actitud tolerante con las nuevas habilidades que se adquieren a través de la multi-tarea, sobre todo los jóvenes. En un ámbito más general, quiero aquí y ahora romper una lanza, por así decir, en favor de las nuevas tecnologías. El poder de la nube, de las redes sociales, del mundo 2.0 (o 3.0, ya ni sé) no debe amedrentarnos ni volvernos neuróticos. Gracias a esta revolución «social» estamos descubriendo nuevos trabajos y se están generando nuevos espacios útiles. Estos espacios (permite la reiteración) si se ocupan, es que son «necesarios». Por ejemplo, es necesario para JL Saldaña para albergar su blog con sus reflexiones, que compartimos en facebook y leemos gracias a que alguno de nuestros contactos ha comentado. Valoremos estas herramientas vilipendiadas en la medida que nos permiten quedar a tomar una cerveza (presencial, real) mirándonos a los ojos de nuestro partenaire.
Saludos,
¡Qué alegría verte por aquí, George!
Gracias por tu comentario. Tienes toda la razón. Las nuevas tecnologías son herramientas magníficas, pero no creo que su problema sea que estén vilipendiadas. Más bien al contrario, están mitificadas y sobrevaloradas. Nosotros no pretendemos sino ponerlas en su sitio intentando advertir al usuario que son herramientas útiles, pero no son una broma. Toda tecnología tiene una consecuencia sobre la vida del usuario. Aquí destacamos más sus riesgos, es cierto. No para alejar al usuario de ellas, sino para que las utilice de la manera más enriquecedora posible. La prueba es que nosotros las utilizamos…
Abrazos.