Lorenzo Silva, el cartero del XLSemanal –fuente inagotable de reflexiones sobre las relaciones de los usuarios con la tecnología–escribe en su sección semanal una introducción titulada Virtualidades con la que nos introduce en el tema de la carta premiada esta semana. Permítaseme que reproduzca sus palabras en las que hay mucha sabiduría tecnológica:

«La informatización de nuestras vidas nos permite almacenar un gran volumen de datos y contenidos personales, sin necesidad de ocupar apenas espacio físico. […] Pero ese alivio del tradicional papelote […] tiene un reverso que uno de nuestros lectores –lo bastante joven como para haber acumulado buena parte de sus recuerdos en soporte digital– nos señala con una dosis de amargura. Cuando nuestros recuerdos eran objetos, nos los tropezábamos al azar, y en ese choque casual se construía una parte de nuestra memoria y de nuestra identidad que hoy hemos perdido. Paradójicamente, al aumentar los megabytes de nuestro yo virtual, nuestro yo real se encoge y difumina».

Justifica luego la elección de la carta «por señalar ese valor de los objetos que comparten nuestro espacio y así nos convocan como nunca lo hará un magabyte».

En la carta, el lector –que se llama Pedro Sainznos cuenta que hablando con sus amigos sobre las viejas cartas que se escribían sus padres, se preguntó «dónde está quedando guardado todo lo que yo vivo. En la Red. Mis fotos, con suerte, quedan en Facebook; a duras penas envío cartas, casi todo son e-mails o chats, incluso para temas personales; escucho la música en Spotyfy o YouTube… ¿ Cómo voy a ser capaz dentro de 5, 10 o 20 años, de experimentar la misma sensación que siento hoy al coger un viejo álbum de fotos, releer alguna antigua carta o sonreírme con algún viejo disco?» Por eso acaba recomendando que sigamos imprimiendo nuestras fotos, que sigamos escribiendo cartas de nuestro puño y letra, que al menos imprimamos y guardemos los e-mails importantes, que grabemos discos con la música que nos gusta… para que en el futuro nosotros mismos, nuestros hijos o incluso nuestros nietos puedan disfrutar de esos recuerdos que de otro modo, en la nube, serán éter.

Puede ser la enunciación de un buen propósito para este año 2013: dejemos de engordar nuestra virtualidad y llenémonos de recuerdos que podamos compartir físicamente en la realidad de nuestro futuro. Son pequeños gestos, pero importantes tesoros en la construcción de nuestra identidad. 

¡Feliz Año Nuevo, amigos!