el poder creador del silencio
Veíamos el jueves pasado como una de las razones por las que Twitter y sus trading-topics no eran un buen testigo de lo que piensan los ciudadanos es que en esa red social el perfil del tuitero no es fiel reflejo de la demografía social: más joven que viejo, más escorado a la izquierda que a la derecha, influenciable e influido por el peso de las opiniones generales, tendente a callar cuando aquello que va a opinar va contracorriente de la opinión mayoritaria en la red….

Y es esta última característica la que me interesa subrayar hoy, no sólo pensando en Twitter, sino en el medioambiente general.

Dice Elisabeth Noelle-Neumann en La espiral del silencio. Opinión Pública: nuestra piel social. (Paidós, Barcelona, 1995) que tenemos un miedo natural al aislamiento por lo que nos esforzamos por huir de cualquier posibilidad de ser excluidos del grupo social a causa de nuestras opiniones. Hablamos de la presión del grupo en el caso de los adolescentes que necesitan afirmarse en la aceptación de sus iguales. Pero, de nuevo hipócritamente –como cuando hablamos de la influencia de las pantallas o de las imágenes¬– nos olvidamos que todos somos en eso tan vulnerables como ellos.

Analiza Noelle-Neumann que cuando en una sociedad hay debate sobre valores, todos nos miramos con el rabillo del ojo para ver qué opina el de al lado para dudar y callar cuando nuestra opinión no coincide con la que creemos puede ser la mayoritaria, y hablar con seguridad sintiéndonos confirmados cuando sospechamos que nuestra opinión va a favor de la corriente. No queremos quedarnos solos y callamos. Es lo que llama la «espiral de silencio» que con cada opinión no expresada va reforzando las ideas que pueden ser minoritarias, pero que son percibidas como tendencia y acaban convirtiéndose en mayoría por la fuerza de los que callan.

No todo es ruido en la construcción del medioambiente simbólico. A veces también es silencio. Un silencio no reflexivo y creador, sino medroso y estéril que, sin embargo, colabora con la construcción de valores sociales siempre a favor de lo políticamente correcto. Un silencio culpable, activo, creador de opinión con la misma fuerza o más que el griterío mediático.