
Sin duda lo es y, como siempre, dependerá de la competencia y la calidad del usuario que la utiliza, de su alfabetización digital, de la calidad de su formación humana e intelectual, de su arquitectura afectiva.
Aun cuando, a pesar de la extensión de los ordenadores en la escuela, no parece que las cualidades descritas se estén acrecentando demasiado, la Red sigue siendo en gran parte un depósito de conocimiento… pero de conocimiento sobre todo carnal:
«En internet, uno de cada cuatro clics de ratón tiene que ver con contenidos pornográficos. Cada día se dan 28 millones de peticiones de pornografía en los motores de búsqueda. El valor de la industria global ascendía a 96 billones de dólares en 2006. Cada año se producen más de 13.000 películas del género y en internet hay más de 420 millones de páginas porno» (Fuente, XLSemanalcitando a Gail Dines, Pornland, 2010).
El artículo del semanario incide en la adicción al sexo. Es discutible para los psicólogos diagnosticar como adicción las llamadas adicciones sin sustancia, pero haberlas haylas (juego, compras, sexo, internet…). Son siempre manifestación de una carencia previa, de que algo no va bien en la vida del que las padece; pueden estar enraizadas en experiencias traumáticas infantiles no resueltas, pero en el fondo de muchas de ellas está la Red: «Charles sufrió abusos de su padrastro durante la niñez. En la edad adulta se enganchó al porno violento y se acostumbró a pasarse horas rastreando por Internet. Dicho hábito terminó por llevarlo a una serie de peligrosos encuentros sexuales con hombres desconocidos». «Larry […] también está enganchado al porno por Internet. Ahora se queja de que por todas partes hay estímulos que disparan su obsesión». «Algunos medios americanos aseguran que en EEUU se está dando una epidemia de adicción al sexo. Y aseguran que el fenómeno tiene un origen muy preciso: Internet. Afirman que, cuando el adicto se conecta a la Red, al momento experimenta un subidón. Y cada clic del ratón lleva a una experiencia más intensa que la anterior. La Red los ha liberado de la vergüenza y el pánico».
Aquí, una Recensión breve del libro de Gail Dines, Pornland en inglés y castellano.
El «porn» es una área de conocimiento y práctica estrictamente privada. Es decir, materia tabú (g.a.d.) de la que no se miente en público porque está censurado hablar de ella (diciendo la verdad).
Estoy leyendo «Antropología de la mentira», de Miguel Catalán, ensayo del todo recomendable. Publicó un primer volumen, «El prestigio de la lejanía» y con un tercero en ciernes que versará sobre el «secreto íntimo», cerrará una trilogía sobre la mentira. Tras su lectura espero entender mejor el fenómeno aludido.
Sobre el sexo y aún más sobre la pornografía se miente más que se piensa. Lo demuestran las cifras de consumo y negocio traídas aquí por Pepe.
José Luis