Armas de seducción masiva | Planeta de Libros

El 15M de 2011–solo hace seis años–una quedada colectiva a través de las redes sociales aglutinó a los indignados por la crisis, la corrupción y el desencanto político. Junto con la primavera árabe,  la ascensión de Podemos, los papeles de Wikileaks, la victoria de Obama…  todo constituyó para el ciberoptimismo reinante un cambio de ciclo en el modo de hacer democracia abierta, participativa y directa. Se acabó el molesto papel intermediario de la prensa y el obsoleto sistema de representación de los partidos. De nuevo, la Arcadia feliz propiciada por la tecnología.  El amo era ahora el pueblo, nosotros, que a través de Twitter, Facebook, Google y YouTube, ya no necesitábamos a nadie más ni para opinar, ni para participar, ni para aprender.

Sin embargo, resulta que los malos también tienen acceso a la tecnología y que junto a la verdad, circula también la mentira y el universo ciberoptimista se ha ido oscureciendo con la aparición de las fake news, el periodismo cutre y la postverdad; los indignados se han convertido en resignados;  en la primavera árabe se ha quedado mustia; Assange y Snowden ya no son héroes; a Obama le ha sucedido Trump; por todas partes se extienden movimientos populistas, integristas, nacionalistas y/o independentistas y el terrorismo islamista se propaga por la Red captando simpatizantes y haciendo alarde visual de sus estudiadísimas ejecuciones y atentados. El califato es ahora un Califato Digital.

Y el ciberoptimismo calla.

Efectivamente ha habido un cambio de ciclo, pero de la Arcadia feliz nadie da razón.  El 20 de agosto de 2014, la sociedad vivió con espanto la irrupción sangrienta de un vídeo de cuatro minutos y cuarenta segundos en Twitter. Un ejército de tuiteros zombis, con más de 2.000 cuentas fantasmas, se encargó de difundir en apenas tres horas el vídeo del asesinato de James Wright Foley, un periodista secuestrado en Siria dos años antes. El Daesh no solo amenazaba al mundo con bombas y balas  “sino con un virus social diseñado para seducir la mente, el corazón y la voluntad de los jóvenes”.  Así lo cuenta Javier Lesaca, investigador en la Universidad George Washington y colaborador de Naciones Unidas en materia de terrorismo, en el libro ‘Armas de seducción masiva que encabeza este post. Treinta productoras audiovisuales,  218 vídeos difundidos (de un total de 1.320) en los que asesinan ante las cámaras a 813 desgraciados, “el Estado Islámico ha creado un nuevo concepto: el terrorismo de márketing”. Vídeos, programas de edición, teclados, pantallas, hastag, robots zombies acompañan a las bombas y a las balas para que a la vez que matan, construyan un relato apasionante y terrorífico para la audiencia, -nosotros (que eso nos hemos convertido).

En YouTube, además de la vaciedad cultural de Auronplay o El Rubius, las tonterías de Yuya o los tutoriales para cocer verdura, tocar la guitarra o aprender mates sin profesor, nos podemos encontrar a Abdelillah Himich un dirigente del Daesh que explica con naturalidad cómo degollar a alguien con limpieza, cómo fabricar una bomba casera o cómo atropellar occidentales con un camión. 

En un reciente artículo en El País, Lesaca  afirma que «las múltiples consecuencias positivas de la democratización del debate público están siendo ensombrecidas por una utilización tramposa, encubierta y sistemática de las nuevas plataformas de comunicación para ocasionar de manera deliberada disrupciones negativas en los sistemas de gobierno, las instituciones, incluso las empresas, para ahondar en la crisis de confianza con los ciudadanos y acelerar la ruptura del contrato social que sostiene la legitimidad de los estados-nación.» Y añade que «el advenimiento de las nuevas tecnologías de la información y de las redes sociales ha provocado un terremoto político cuyas consecuencias son inquietantes y aún imprevisibles». En ese mismo artículo, reproduce unas inquietantes palabras de dos generales chinos que en 1999 describían lo que llamaron Guerra irrestricta o sin límites: «Podemos mencionar una serie de medios y de nuevos métodos utilizados para luchar en una guerra no militar. Algunos de estos métodos existen, pero otros existirán en el futuro. Estos nuevos medios y métodos de guerra incluyen la guerra psicológica (difundir rumores que intimiden al enemigo y destruyan su estado de ánimo) y la guerra de comunicación (manipular lo que los ciudadanos ven y oyen para liderar la opinión pública)».

Por su parte el diario El País, dedica varios artículos a reproducir los datos de un estudio realizado por este mismo investigador sobre la conversación digital en torno al tema catalán.  Analizando un total de 5.029.877 mensajes en Twitter, Facebook y otras redes sociales entre el 29 de septiembre y el 5 de octubre, concluye que una legión de perfiles digitales no humanos – zombies– contribuyó de manera decisiva a que el conglomerado ruso junto con Assange, Snowden, Anonymous y los seguidores de Wikileaks,  fuera el cuarto grupo de comunicación más influyente en la conversación digital sobre Cataluña con evidente ánimo desestabilizador claramente perjudicial para la estrategia pactada por el Gobierno español con la oposición.

En cuestión de volumen, y atendiendo sólo a las 50 informaciones más populares, los mensajes proindependentistas se compartieron 966.132 veces mientras que los favorables a la estrategia del Gobierno sólo llegaron a ser compartidos 47.321 veces. Un exiguo 4% de esos mensajes criticaba a los organizadores del referéndum  inconstitucional y  solo un 2% daba ejemplos del fraude electoral con fotos de personas votando en más de un colegio.

Ya tenemos aquí la ciberdemocracia. Y muchos siguen palmoteando la posibilidad de compartir.

Referencias

La maquinaria rusa ganó la batalla ‘online’ del referéndum ilegal, El País

Diario de Navarra, Javier Lesaca presenta su libro Armas de seducción masiva

Los zombis de la desinformación, por Javier Lesaca en El País