Leo un breve suelto en Aceprensa titulado con la misma paradoja en torno al desasosiego y la inquietud que se genera en muchos chavales al temer «ser rechazados por el grupo si no visten ciertas marcas o no tienen el último móvil». Es el acoso de marca o brand bullying.
Ya hemos comentado aquí ese sutil –por desapercibido, por inconsciente- mecanismo por el que la publicidad, el marketing y en general la sociedad de consumo primero deben suscitar insatisfacción y vacío en las personas para que busquen eliminarla, y llenarlo después con la adquisición de cosas y de este modo el consumo se convierta no en una práctica de comprar lo que se necesita, sino en una necesidad en sí misma.
El artículo glosa una estudio llevado a cabo por Unicef sobre la vida familiar en Inglaterra en el que «se hace una radiografía de unos padres que sucumben a las demandas de tecnología, ropa o zapatillas deportivas» de marca para proteger a sus hijos de la exclusión del grupo. Es el argumento del “todos los hacen, todos lo llevan, todos lo tienen… yo no quiero ser distinto a todos luego yo lo hago, lo llevo, lo tengo”. En las charlas a los padres sobre televisión siempre acababa saliendo el miedo a que si no le dejaban ver las series o los programas que “todos veían” su hijo sería el raro del patio.
Se trabaja mucho y los dos; se está menos; se compensa la culpabilidad del no estar con cosas, con consumo; se trabaja aún más para poder conseguirlas… etc.
Dicen Pilar Guembe y Carlos Goñi, autores del artículo, que el error de muchos padres es que atienden los deseos y caprichos de sus hijos antes que sus necesidades verdaderas. Y sugieren predicar con el ejemplo salirse de la rueda consumista, evitar convertir la excursión del fin de semana en una visita a la gran superficie, evitar hablar todo el rato de las cosas que nos gustaría tener o de las que tienen los demás, evitar en lo posible la exposición permanente y excesivo a la publicidad audiovisual que es en sí mismo ya una forma de consumo.
«Cariño, sentido del humor, ganas de hacer bien las cosas, exigencia, alegría…» en vez de marcas. Y el brand bullying será completamente inocuo.
Me ha gustado mucho esta entrada, Pepe. En ella está «todo» lo que hace al caso: la exposición, los argumentos y la síntesis propositiva. Lograrlo es signo del mucho trabajo y tiempo que llevas preocupado y ocupado en la materia. Agradecértelo es de justicia y te lo agradezco.
«Cariño, sentido del humor, ganas de hacer bien las cosas, exigencia, alegría…» son, efectivamente, los remedios al brand bulling y a cualquier otra maldad que nos llegue -a nuestros hijos y a nosotros- flotando en el medioambiente simbólico.
Obsérvese que la aplicación de estos remdios implica necesariamente la determinación de dedicar tiempo en su aplicación. Muchas veces, las cosas de la educación de la prole no «van bien» porque se comprenden los remedios pero no se les provee un tiempo concreto para su ejercicio.
José Luis.
Gracias, amigo. A grandes males, pequeños remedios. Ese podría, en efecto ser el lema de la convivencia armónica con el medioambiente simbólico. Fortalecer los lazos humanos, familiares, personales con dedicación y tiempo es definitivamente letal para cualquier perversidad generada por la tecnología.