De nuestra revista CONTRASTE Audiovisual, en el mismo número que citábamos ayer, merece la pena también el editorial titulado Bebés 2.0 sobre un tema que ya hemos tratado aquí: las tabletas creadas específicamente para niños a partir de 3 años.
Las Asociaciones de usuarios de medios audiovisuales nos preguntamos si realmente es un producto adecuado»–dice el editorialista–Todas están magníficamente equipadas y diseñadas para la edad a la que van dirigidas «pero, en realidad, ¿qué niño necesita una tableta para entretenerse?». En vez de cubrir una necesidad educativa, ¿no se trata más bien de la creación de una necesidad de consumo y ganar dinero en un nicho de mercado nuevo?
Cuando un menor utiliza razonablemente cualquier entretenimiento basado en la pantalla puede pasarlo bien y desarrollar la imaginación, pero «si la exposición es continua y sin límites, la imaginación se va limitando cada vez más, ya que es como un músculo que necesita ejercicio».
Dejemos a los niños ser niños y que disfruten de su imaginación; no les creemos necesidades innecesarias» desde pequeños. Como hemos dicho desde aquí tantas veces: dejémosles que se aburran y empezarán a divertirse con su imaginación como han hecho toda la vida.
Caine’s Arcade from Nirvan Mullick on Vimeo.
¡Qué gran verdad encierra esa frase que repites tantas veces!: el aburrimiento alimenta la imaginación. Es una de las grandes pegas de los juegos contemporáneos basados en pantallas: no dejan margen a la propia fantasía porque son fantásticos, abrumadores, absorbentes. El juego debe dirigir el hueco del vacío para que sea el propio niño quien lo llene. Es cierto que en dosis adecuadas un buen videojuego, un buen programa, una buena película recrean y animan la imaginación… Pero es lo mismo que ocurre con la novela o el cine: el lector lo hace casi todo, el espectador casi nada.
Así es, Verbum. Me recuerda a todos aquellos que han sustituido la entrañable fiesta de Reyes por el infumable Santa Claus por la eficiencia: eliminar la larga espera porque los niños deben tener tiempo navideño para disfrutar de sus regalos antes de la vuelta al cole, olvidando que lo mejor de la fiesta de Reyes no son los regalos que llegan, sino precisamente la incertidumbre y la ilusión de la espera en los que la imaginación teje sus hilos.