Desde hace 25 años, se ha recibido con desbordante entusiasmo la avalancha de tecnología digital que lo ha inundado todo como un tsunami que iba a reducir a cenizas el viejo mundo dando lugar a un mundo nuevo, Nuevo, NUEVO, mejor, Mejor, MEJOR procedente de las verdes praderas de los campus de Sillicon Valley y sus multicoloristas oficinas llenas de jovencísimos, audaces y desenfadados emprendedores, algunos de ellos millonarios, en camiseta y vaqueros. Nativos digitales multitarea, el pueblo protagonista, el alumno protagonista, nuevas formas de comunicación, nuevos lenguajes, revolución audiovisual, revolución tecnológica, revolución educativa, acceso ilimitado a la información, ausencia de oligopolios mediadores, globalización sin fronteras, fin de la dictadura de los derechos de autor, autoedición, autoayuda, libertad de elección personal, tecnoempoderamiento individual, instantaneidad, conexión permanente, velocidad, conocimiento, salud, libertad, democracia, vida eterna… Todo: el periodismo, la política, la educación y (pero), sobre todo, el mercado.
25 años después, los nativos digitales no existen; la multitarea es multidistracción; la conexión incomunica; las revoluciones se ralentizan; la educación es dispersión, desorientación y entretenimiento; la información es postverdad y fakenews; el conocimiento, confusión; la desaparición de mediadores ha dado paso al desarrollo de gigantescos monopolios nunca vistos; el compartir es entrega y desprotección de nuestros datos monetizados; el individualismo salvador es radicalismo y burbuja sesgada; la globalización son muertos y pateras; el conocimiento es infoxicación y ruido; el nuevo lenguaje es eslogan y tuit; la libertad es, por un lado, piratería y, por otro, miedo y desconfianza; la democracia es espectáculo, es populismo, es Brexit, es Trump, es sálvese quien pueda; y en cuanto a la vida eterna… es la amenaza distópica del cyborg. De todo aquel castillo de naipes ciberoptimista solo queda el mercado. Y, por supuesto, los ya no tan jóvenes y mucho más millonarios en camiseta y vaqueros que se han convertido en sus dueños -del mercado-, adueñándose también lenta y subrepticiamente de nosotros.
Empresas de mayor valor bursátil (en millones de dólares a 31/12/2017)
- Apple 868.880
- Alphabet (Google) 727.040
- Microsoft 659.910
- Amazon 563.540
- Facebook 512.760
(Fuente: Financial Times Global 500)
Por supuesto que seguimos en el cielo de las múltiples ventajas y adelantos que la tecnología nos proporciona -los números cantan-, pero algo huele ya a podrido en Sillicolandia. La OMS se interesa por las adicciones tecnológicas, Francia prohíbe el uso del móvil en la escuela, el Parlamento británico ha formado una comisión sobre “fake news”, Alemania multará a las redes que tarden más de 24 horas en borrar mensajes denunciados como ofensivos, la Comunidad Europea comienza a perseguir la descarada invasión de impuestos de los grandes monopolios tecnológicos, expertos e investigadores les exigen mayor transparencia en relación a sus algoritmos, hasta el Gobierno español ha incluido en su Consejo de Ministros la preocupación por el uso abusivo de la red por parte de los menores, y, finalmente y sobre todo, empiezan a detectarse algunos síntomas de cansancio por parte de los usuarios porque no todo fue bonito mientras duró, sino que también ha venido siendo un peñazo: peñazo de likes en Facebook, de corazoncitos en Instagram, de seguidores y seguimientos en Twitter, de insoportables grupos, emojis y pásalos falsos en Whatsapp… No vamos a decir que el ciberoptimismo ha muerto, pero al menos ha ido rebajando lentamente su radicalidad, y de aquellas puertas al campo que no se podían poner hemos ido pasando a la idea de ir instalando algunas vallas que regulen y delimiten claramente responsabilidades.
Sin embargo, la clave para cambiar las cosas no son los gobiernos o las leyes. Somos nosotros, los usuarios. Como dice el investigador británico sobre libertad de expresión Timothy Garton Ash “Facebook no tiene miedo del Gobierno estadounidense. A lo que sí tiene miedo es a perder a sus usuarios. Así que quien de verdad tiene el poder somos nosotros«. La pelota siempre está en nuestro tejado. «Tan fácil y tan difícil: este es el reto.» dice Miguel Urmeneta que lo cita en Aceprensa.
Referencias
Brutal.
PS: se ha quedado usted a gusto, Pepe
A gusto me quedaré cuando los usuarios conquistemos nuestra libertad frente al Monopoly tecnológico usando la tecnología en vez de consumirla.
Abrazos, don Juan y gracias por su comentario
??????
Gracias por su anónima ovación. La tomaré por un sí