No sé si será un montaje o será cierto, pero  yo he decidido que, a partir de hoy, todos mis diálogos con el marketing telefónico de las compañías van a seguir este modelo. 

Un excelente ejemplo de realidad cotidiana. Un choque frontal de dos registros lingüísticos distintos; un encontronazo de dos mundos bien alejados:  el de la virtualidad del operador y el de la realidad del usuario, el de la tecnología de cristal, plástico y jerga electrónica, y el de la fresca, abierta y casi noble ingenuidad del consumidor que cree estar hablando con una persona y no con un vendedor casi automatizado.  Una separación saludablemente irreconciliable. Agua y aceite.