Ya que hemos entrado esta semana en territorio eclesiástico católico con las dos entradas anteriores, sería una pena marcharse sin dar un toque al tema de las «filtraciones vaticanas» que ya desde su denominación periodística —«Vatileaks» respira la complacencia de los medios por el hecho, amigo Sancho, de que con la Iglesia hemos topado. Por un lado para buscar y ofrecer información lo más completa posible sobre el asunto y por otro para insistir una vez más en cómo está el patio del tratamiento informativo de los asuntos de la Iglesia. Ya lo hicimoscon la tempestad de la pederastia de tooooodos los curas; hay que insistir ahora con la marejadilla de las pasiones por el poder temporal de los malvados jerarcas vaticanos. Al fin y al cabo, uno tiene su corazoncito… católico. ¡Qué le vamos a hacer!
Lo primero que hay que señalar es que cuando informativamente se habla de laIglesia, sin apellidos, se trata de la Católica. Y esto es, mal que les pese a muchos,  por el extraordinario peso e influencia de su existencia en el medioambiente simbólico tanto por el alcance de sus opiniones que sin ayuda mediática alguna, llegan con fuerza a muchos millones de personas, como por el peso aún mayor de su silenciosa actuación a nivel local y global.
Lo segundo es que tanto las opiniones como, sobre todo, las actuaciones de la Iglesia no constituyen tema mediático de manera sistemática por el axioma conocido de que sólo son noticias las malas noticias y la mayor parte del tiempo y en la mayor parte del espacio, la Iglesia se dedica a hacer el bien.
Lo tercero —y esto es posible que sea un juicio de intenciones muy subjetivo— es que entre las noticias —es decir, las malas noticias— las que se refieren a la Iglesia son muy agradecidas informativamente porque el Vaticano, la Jerarquía y todo lo que les rodea ya está envuelto en un morbo de secretismo códigodavincesco con el que la opinión publicada ya cuenta sin preocuparse de atenuarlo cuando informa o acentuándolo malévolamente cuando desinforma a la opinión pública.
Por último, en todos los casos que recuerdo, la información sobre la Iglesia ha sido siempre más ruido que nueces por lo que al final, cuando las aguas del rumor y sus expansiones vuelven a su cauce, los hechos son mucho menos significativos que el reflejo que se ha dado de ellos en el medioambiente simbólico.
En este caso, concurren una vez más todas estas circunstancias, por eso el torrente de «informaciónes» que el medioambiente de la supuesta superinformación nos proporciona hay que ponerlo en cuarentena y utilizar todos los medios posibles para abrirse paso a través de la información e informarse de verdad.
Cuento con que mis lectores hayan leído, oído, visto ya alguna cosa por lo que me inclino por enlazarles con el blog  BXVI que siendo claramente partidario más que partidista, reúne en un solo sitio gran cantidad de datos sobre los hechos y sus interpretaciones y cuyo post, Vatileaks o la desinformación masiva sobre Benedicto XVI y el Vaticano,  me manda Pepe Martín. Gracias, amigo.
Lo mejor es que enlacéis, leáis y veáis yo sólo destaco aquí este parrafillo interpretativo:
« Parece que el objetivo no es Bertone, sino Benedicto XVI: se toma como pretexto la gestión humana del estado del Vaticano para minar la credibilidad de un mensaje espiritual que se está demostrando un desafío para demasiados intereses, internos y externos ¿Habrá que recordar de nuevo que esta polémica se enmarca en una cadena de ataques a la reputación de un papa que parecía de transición, pero que mantiene la cabeza muy clara y que habla también muy claro, planteando una alternativa al indiferentismo en el que la cultura occidental parece haber caído?.
Benedicto XVI es quien más ha hecho contra la pederastia en la Iglesia, y se le llegó a denunciar como encubridor. La polémica, agria y agresiva, fue liderada por New York Timesy llenó páginas y páginas durante meses en todo el mundo, pero prácticamente ningún medio de los que participó en el pim-pam-pum recogió la noticia, el pasado mes de febrero, sobre la decisión del abogado acusador de retirar la denuncia contra el pontífice. Benedicto XVI es quien más ha hecho para mejorar el funcionamiento económico del Vaticano, con cuatro nuevas leyes, y esta polémica parece querer sembrar dudas».