'I want this book to be politically useful': the explosive ...

Unas de las páginas más sabrosas del libro es la descripción inmisericorde que hace la autora de su propia presencia en la red. No tiene desperdicio. Es la vida misma… de la red.

«Todo era tan entretenido como efímero». […] «Todos mis conocidos vivían atrapados en el mismo círculo vicioso.  Allí estaban las empresas tecnológicas, listas para convertirse en la biblioteca, la memoria y la personalidad de todo el mundo. Leía lo que los demás usuarios de mis redes sociales estuvieran leyendo. Escuchaba la música que el algoritmo me sugería. A donde quiera que fuese de internet, mis preferencias venían a por mí. […] Todo el mundo cuidaba hasta el último detalle de su mitología personal. […] El algoritmo me decía cuál era mi estética: la misma que la de todo el mundo que conocía.» […] («Quizás Silicon Valley hubiera promovido un estilo basado en el individualismo, pero la escala a la que se estaban haciendo las cosas generaba homogeneidad. La homogeneidad era un pequeño precio a pagar a cambio de eliminar el cansancio de la decisión.» dice en otro momento.)

«Las plataformas […] te inspiraban un scroll infinito. Daban alas al impulso cultural de llenar todo tu tiempo libre de pensamientos ajenos. Internet era un aullido colectivo. […] El espectro completo de las emociones humanas impregnaba las plataformas sociales. Fluían el dolor, el placer, la ansiedad y la mundanidad. La gente no decía nada y lo decía todo el tiempo. Había desconocidos intercambiando confidencias con otros desconocidos a cambio de consejos psicológicos aficionados. Compartían historias de infidelidades privadas y de incontinencia pública; fotos de los interiores de sus dormitorios; fotos descoloridas de parientes muertos[…]; fotos de sus abortos espontáneos. La gente se exhibía a la menor oportunidad.

[…] Alertas por la desaparición de menores … carteles que denunciaban el robo de paquetes y avistamientos de mapaches… comunicados sobre ataques terroristas y tiroteos en las escuelas … discusiones de la telerrealidad y recetas virales de muslos de pollo … defensa de los derechos humanos … patrocinio de marcas de vaqueros  … todo estaba sucediendo a la vez y en tiempo real y todo quedaba preservado para la posteridad a perpetuidad. 

A menudo me pillaba a mí misma examinando el cuenco de cereales de una persona desconocida, o viendo vídeos de frenéticas series de abdominales que yo no tenía la musculatura necesaria para imitar, o ampliando la fotografía de una bodega de vinos de Aspen, o viendo un plano cenital de una manos que preparaban una sopa de fideos … y me preguntaba qué estaba haciendo conmigo misma. Mi cerebro se había convertido en un vórtice de basura, de representaciones sobre representaciones. […]

Transitaba a la carrera por internet como si estuviera borracha, abriendo pestañas: ideas de decoración para espacios pequeños; entrevistas a autores; vídeos de glaseado de pasteles; pinturas del Renacimiento con pies de foto feministas. Gatos comiendo limones. Patos comiendo guisantes. Máquinas del profesor Franz de Copenhague, programas de Soul train, partidos de tenis de los años sesenta, chistes de los Alpes judíos. Conciertos celebrados en estadios antes de que yo naciera. Proposiciones de matrimonio y militares regresando a casa y revelaciones de género: momentos de intimidad vigorizante entre personas a las que no conocía y no conocería nunca.

Una desconocida de algún estado del centro del país sostenía a su gato atigrado frente al espejo del baño. El gato colgaba de sus manos. «Di guay», decía la mujer. Guay, decía el gato.

Una desconocida bailaba en una barra de striptease con un bebé subido a la pantorrilla.

Las manos de un desconocido afeitaban lentamente una pastilla de jabón.

Una desconocida se casaba en un castillo de Niza

Un desconocido hacía una tanda de ejercicios de balanceo de pesas rusas usando a una mujer como pesa, mientras un perro se lamía a sí mismo en  un sofá.

Yo buscaba respuestas, excusas contexto, conclusiones. «Definir: tecnocracia». «Ideología de California.» «Democracia Jeffersoniana.» «Ágora electrónica.» «Ébola.» «Eslóganes de estado.» «Nuevo lunar oscuro.» «Tanuki.» «Porno feminista.» «Porno feminista no desagradable.» «¿Qué es el jamón en lata?» «Edad máxima para estudiar derecho.» «Mejores facultades de derecho.» «Admisiones facultades de derecho.» «Estado islámico.» «Pijamas de seda.» «Hidratante de codos.» «desencoger jersey de lana.» «¿Qué es mukbang?» «Definir pathos.» «Definir superestructura.» «Rehabilitación de desempleados.» «Ruido blanco de hielo ártico rompiéndose». «Turismo en Cuba.» «Cómo masajearte el hombro tú solo.» «Dolor de cuello por uso de móvil.» «Deficiencia de vitamina D.» «Trampa casera para tijeretas.» «Calculadora de alquileres.» «Gran terremoto de California. Cuándo.» «Hipnosis para no morderse las unas.» «Protestas en Hong-Kong.» «Lavavajillas, vídeo del interior.» Imágenes por satélite de las casas de infancia de mis padres. Los nombres de las bandas de mis exnovios. La hora a la que se pondría el sol aquella tarde.

Miraba vídeos de protestas pacifistas de los años sesenta; vídeos de protestas pacifistas en las que había participado yo de adolescente. Vídeos que explicaban teorías conspirativas sobre un avión comercial desaparecido. Vídeos que yo misma no habría sabido cómo buscar. «El ermitaño de la Amazonia que abandonó la selva.» «Gemelos que obtienen resultados de ADN desconcertantes.» «Revelación de género de bebé (baile).» «Desastres más divertidos y momentos tronchante de vídeos de unboxin 3.» «Truco de magia de mago friki.» «Mi hijo abrió fuego en una escuela: esta es mi historia.» «Cómo hacer un body slam

A veces me preocupaba por la cantidad de tiempo que pasaba en internet y me obligaba a mí misma a alejarme del ordenador para leer una revista o un libro. La literatura contemporánea no ofrecía ningún respiro: me encontraba prosa repleta de datos, […] aforismos de moda […] libros profusamente exhibidos en redes sociales […] Oh, pensaba, pasando página. Este autor también es adicto a internet.

Yo y mi identidad de usuario a solas, pasando el rato juntos, haciendo clic.

[…]

Actualizaba la página del periódico. Actualizaba las redes sociales. Actualizaba el foro estrictamente moderado. Movía la ruedecita y bajaba y bajaba y bajaba por la página. 

En fin. Pasaba así el tiempo, de forma inevitable y olvidable.»

(Págs. 210-214)

Vida virtual en estado puro. Internet en paños menores. Impagable. Barbariccos. 

Referencias

Valle inquietante, Anna Wiener 

Barbariccos.