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«UN SISTEMA EDUCATIVO FRACASA SI PRESCINDE DE LA MEMORIA» titula Elena Rodríguez su entrevista a José Antonio Marina en La Última del Heraldo de Aragón de ayer día 11.

¡Ah, la memoria! La denostada por los innovadores de todo pelaje, la herramienta exclusiva de un sistema educativo obsoleto, pasado, triste, en el que el alumno no era el protagonista limitándose a repetir como un loro lo que un pesadísimo y aburrido profesor pontificaba desde la tarima, etc., etc., etc.

La memoria inútil para los solucionistas tecnológicos para los que ya no es necesaria puesto que la tecnología nos proporciona toda la información en el depósito infinito de la red.

La memoria: nada más que un lastre que ocupa espacio para aquellos que ven el cerebro humano como si de un disco duro se tratara. Un espacio valioso que ha venido a ser liberado por los verdaderos discos duros de los ordenadores para que nosotros, por fin, podamos dedicarnos a lo que realmente hacemos bien: crear.

La memoria para qué en unos alumnos que han cambiado ya su naturaleza convirtiéndose gracias a las nuevas tecnologías en hábiles pececillos multitarea que surfean, picotean, resbalan por encima del saber haciéndolo todo sin hacer nada.

Y así podríamos seguir recreando irónicamente los topicazos que nos bombardean constantemente desde las instancias de la novedad pedagógica y desde las páginas divulgativas de la prensa en boca de supuestos expertos y asesores.

Por eso es refrescante que en el Medioambiente Simbólico, una mente lúcida, independiente y de prestigio se ponga contracorriente para explicarnos que, primero, «La memoria es nuestra gran potencia. Es tonto que la desacreditemos cuando es la que nos permite pensar, imaginar, crear, reconocer las cosas, hacer proyectos.» Segundo, que «Sin memoria no podemos comprender. De qué le sirve a los alumnos tener toda la información del mundo en internet si no entienden lo que leen, si no saben distinguir lo que es importante de lo secundario. Comprendemos desde la memoria, y podemos usar lo que leemos y comprendemos porque en ella están nuestros hábitos mentales, nuestra capacidad de razonamiento» Y, ¡atención!, tercero: «Internet está produciendo muchos trastornos educativos porque la facilidad de acceso a la información difunde la idea de ‘para qué voy a aprender si todo está en la red’. Todo sistema educativo que prescinda de la memora está condenado al fracaso»

Y a la periodista le parece que esa última frase es la más importante y la selecciona como titular. Porque Marina dice muchas más cosas, todas interesantes, pero a la entrevistadora le parece –y a nosotros también– que es urgente la reivindicación de la memoria, su restauración al lugar insustituible que le corresponde en el proceso de aprendizaje frente a tanta innovación vacía y tanta crítica maniquea y falsa a un sistema educativo que nunca existió simplemente para ensalzar las virtudes de nuevas metodologías supuestamente revolucionarias.

«Elegir bien las metas, manejar la información, gestionar las emociones y poner en práctica las virtudes de la acción que son la perseverancia, la capacidad de soportar el fracaso y la tolerancia hacia la frustración» son para Marina la sustancia del talento, o lo que es lo mismo de una inteligencia bien educada. Y ninguna de esas cosas –como la memoria– tampoco se puede encontrar en internet ni puede conseguirse a base de videojuegos, clics del ratón o con el mando de la videoconsola sentado frente a una pantalla.