Acabo de leer un libro de Arcadi Espada titulado Periodismo Práctico (Espasa Calpe, Madrid, 2008) del que me apresuro a compartir algunas de sus numerosas perlas.
1. El sobre
“En otro tiempo el periodista extraía el titular de un aparato discursivo compacto. Lo creaba, en cierto modo. Hoy elige entre una variada muestra diseñada, incluso, para medios y públicos diversos (…) El diputado de hoy ensaya un discurso donde la persuasión es secundaria. El diputado sabe que no va a convencer a nadie. Sus palabras van dirigidas a los medios. Para convencer a los medios se precisan menos los argumentos que los fogonazos. El periodista, así, ya no es el narrador de una acción organizada, en cierto modo, al margen de su presencia. No es un extraño. Todo ha sido preparado para él. La primera obligación, pues, del periodista moderno es denunciar el factoide, aquello que ha sido construido exclusivamente en función de su presencia. Cabe nombrarlo, desde luego. Transcribirlo. Pero otorgándole su estatus pertinente. El antiguo sobre es hoy el eslogan.” (Págs. 15-16)
Tan cierto es lo que dice Arcadi Espada, que no es raro oír en distintos ámbitos decir lo mismo a lo propios periodistas. Se lo he oído decir en tertuilias de radio y televisión, en Jornadas sobre la Información, en debates de distinto formato, en fin, ellos lo saben. Dicen que trabajar en gabinetes de prensa, es para ellos una salida mejor remunerada y total…. su trabajo en éstos no es tan distinto al que «les dejan» realizar en sus periódicos. Además, hoy, mientras en los periódicos la precariedad laboral es la norma, en los gabinetes no. Item más, el número de éstos últimos crece y crece y crece. Para mí, una de las claves de este fenómeno, es la que apunta Arcadi Espada en su libro: «El antiguo «sobre» es hoy el eslogan».
«SLOGAN» es una palabra de origen nórdico que en origen se empleaba para designar «GRITO DE GUERRA» y a eso equivale, de alguna manera, lo que producen las agencias de publicidad devanándose los sesos hasta encontrar el eslogan que complazca a sus clientes. Hay que vender más que los demás, y el instrumentio principal es un buen eslogan, un buen lema. Es importante saber que esta actividad está sobradamente regulada y normada por la ley y no son pocos los casos en que la denuncia de algún incumplimiento ha devenido en sanciones administrativas (penales, no conozco).
En política, se producen sutiles pero decisivas modificaciones del proceso publicitario. Los partidos políticos necesitan, al igual que los productores de bienes, vender más que los otros partidos. Para este propósito, las empresas publicitarias no les sirven, básicamente por dos razones: de una lado su actividad está sujeta a legislación (no se puede insultar, vg. a los adversarios, ni mentir sobre los mismos, ridiculixarlos, etc, etc) y de otra, es ilegal gastar dinero del presupuesto nacional con fines partidistas. Superar estos pequeños obstáculos está al alcance de la mano de los distintos gobiernos: La solución tiene muchos nombres: subvención con dinero público (¿cuál otro si no?), contratación de publicidad institucional, «facilidades» administrativas , legislación «ad hoc»,»manga ancha», «vista gorda», etc, de manera que en el reparto unos medios de comunicación sean más favorecidos y otros menos o en absoluto, e incluso algunos perseguidos… Así quedan convertidos en meras agencias publicitarias, no pocos medios periodísticos y de comunicación audiovisual. Bien es verdad, que unos gobiernos son más prudentes que otros en su utilización. Han encontrado, los políticos, el modo y el medio para expresar sus insultos, contar sus mentiras, demonizar a sus adversarios y, lo que es más importante, hacerlo impunenmente al amparo de la protección constitucional de la libertad de expresión. Impunidad, por cierto, que alcanza tanto al anunciante cuanto al medio anunciador.
El eslogan, antes grito de guerra, ahora aumentado y corregido, además, como lema y consigna política, es hoy un cáncer metastizado que ahecta la función informadora de los periodistas y comunicadores, transformándolos en meros propagadores de eslóganes cocinados en los aparatos del poder. Por eso los oímos desanimados y se están prestando a ejercer el «periodismo» al dictado.
No pasa nada. El pueblo, que paga sin saber lo que paga, está conforme aunque no sepa con qué. Ni le importe mucho saberlo. Para saberlo tendría que
pensar, y pensar…. ¡cuesta tanto!
Pensamiento o estupidez.