De nuevo la  web Consumer nos proporciona interesantes datos y reflexiones sobre un tema al que dedicamos ya un post hace unos meses: el derecho al olvido.

La expresión enuncia con precisión la peculiaridad del problema que plantea la huella permanente que vamos dejando en la red muchas veces de manera consciente y muchas más de manera inconsciente. Ya hemos repetido aquí que en la red no sólo se hace el camino al andar, sino que es un camino muy difícil de borrar; realmente se construye una biografía indeleble cada vez que accedemos a Internet.

Hasta ahora, olvidar era una característica del tiempo. Luchábamos para evitarla, para permanecer, para vencer su poder destructivo contra el que nada o casi nada se podía hacer. Aunque la materia de los soportes de nuestra memoria se fue haciendo cada vez más firme ante el efecto del tiempo, hasta que ha llegado la Nube no hemos encontrado el material perfecto: el material virtual, la no materia, la nada, la aparente espiritualidad de los invisibles servidores que guardan todos nuestros clicks. A medida que crece exponencialmente la cantidad de información acumulada, las gigantescas máquinas se van construyendo con nanomateriales cada vez más pequeños en una progresión de la que se desconoce su final. Si antes mirábamos al cielo como el espacio material del paraíso inmaterial, ahora tenemos que imaginarnos la Nube como metáfora evanescente del cúmulo de terabytes de información. Si antes estar en las nubes era perderse en tu propio yo, ahora estar en la Nube es una forma de ser yo.

Por otro lado, las biografías eran algo privado que sólo lo excepcional hacía público. Ahora lo excepcional por su dificultad es mantenerse al margen, construir la privacidad, ser lo que se es fuera de lo otro y de los otros, vivir la intimidad, ser ciudadano anónimo.

En el artículo, Antonio Delgado hace un repaso de cuál es la dimensión del problema:

«Una persona a quien se juzga o se multa en un momento dado genera una información asociada a este hecho que, según la relevancia alcanzada, puede publicarse en medios de comunicación, junto con los boletines oficiales correspondientes. El problema viene cuando estos datos permanecen asociados al nombre de la persona a lo largo del tiempo y aparecen al realizar una simple búsqueda de su nombre en Internet».

Y de cuál es el estado de la cuestión que no es nada sencilla:

«La Agencia Española de Protección de Datos mantienuna batalla en los tribunales con Google España, con motivo de varias denuncias llegadas al organismo por parte de personas que quieren eliminar datos suyos publicados en Internet. […] En la actualidad, el caso se analiza en la Audiencia Nacional, pendiente de resolución.

La Agencia de Protección de Datos […]: afirma que estos datos no pueden borrarse de las fuentes donde se encuentran, como la hemeroteca de un periódico o un organismo oficial, ya que se altera el historial de estas fuentes y, en algunos casos, se atenta contra la libertad de expresión. Según la Agencia, deben ser los buscadores como Google los que deben dejar de presentar esos enlaces, ya que son los responsables de que estos documentos sean accesibles de forma rápida y sencilla a lo largo del tiempo.

La Agencia considera que los motores de búsquedas no son una actividad amparada por la libertad de expresión y que, por tanto, deben atender a estas reclamaciones».

Google, en cambio,  afirma que es la fuente original la que debe bloquear el acceso a la información, considerando que eliminar enlaces es una forma de censura.

Mientras tanto, la  la Comisión Europea lleva a cabo un proceso legislativo referente a la protección de datos de los ciudadanos europeos y tiene previsto presentar antes del verano una propuesta legislativa para conseguir que sean los propios usuarios los que tengan el control sobre qué datos personales hay en las redes sociales y cuáles pueden utilizarse por terceros y conseguir que la configuración de las redes sociales garantice un nivel de privacidad por defecto, de forma que los datos de los usuarios no puedan utilizarse para otros fines si estos no han dado su consentimiento expreso.

Es interesante lo que aduce Richard Allan, responsable de la privacidad en Facebook Europa: «la creación de una ley de tipo genérica para regular casos concretos es un error» ―dice­―. No cree que sea una necesidad de la mayoría de los usuarios sino que para él, «lo que realmente preocupa a los internautas es que «sus datos personales y fotografías se mantengan, en lugar de ser eliminados”». Sin retener del usuario una serie de datos sensibles, sería imposible optimizar su servicio al consumidor. Es decir, sin construir un perfil lo más exacto y completo posible de cada uno de nosotros a través de nuestros clicks, no podemos luego utilizarlo para nuestros fines, quiere decir.